Adán Chávez/ Imagen Josué Vázquez,»Por los caminos del pudor».Técnica: acrílico sobre papel

 

                          En todo encuentro erótico hay un personaje

invisible y siempre activo: la imaginación

Octavio Paz

Tratar de delimitar la palabra amor es una tarea compleja, si nos referimos a él en términos concretos encontraremos un variedad de acepciones que comprueban lo dicho; una muestra de esto la búsqueda en la página web del Diccionario de la Real Academia, que proporciona 14 definiciones y algunos otros usos del término. Cuando, más allá de academicismos, la palabra circula en boca de la gente común puede implicar aún no menos dificultades o, por lo contrario burdas simplificaciones, cuando se hace uso del verbo amar; si a esto le sumamos la idea que tenemos por género –féminas y varones- y edad, el tema puede hacerse más diverso: ¿qué significa amar para las mujeres?, ¿y para los hombres?, ¿jóvenes y viejos aman por igual? Si además le agregamos el de las preferencias sexuales, la lista de interpretaciones puede ampliarse.

El presente texto tiene la intención de hacer una breve revisión sobre la manera en que las relaciones amorosas, entre dos personas (cualquiera sea su género, edad, preferencia o condición social) con fines románticos, han cambiado para aquellos que se han envuelto en el mundo de la cibercultura.

Desde la década de los 90 del siglo XX, las reflexiones entre filósofos, sociólogos, y demás estudiosos del comportamiento humano, sobre el crecimiento de las tecnologías digitales y la Internet, su repercusión en la sociedad y los cambios que vendría con ellas, ha sido una constante. El boom que vino con al abaratamiento de costos en los equipos, el aprovechamiento de la fibra óptica, el nacimiento de los teléfonos inteligentes, la rapidez en el procesamiento de información por parte del hardware, aceleraron los tiempos dejando atrás a quienes no se montaron en el tren de las innovaciones tecnológicas del momento.

Los padres de las redes sociales que hoy conocemos (Myspace, Facebook, Twitter, WhatsApp, entre otros), fueron el correo electrónico y el mensaje instantáneo o chat, que tuvieron una gran expansión en la última década del milenio; algunos de los servicios más conocidos por quienes tuvieron acceso a equipos de cómputo fueron los de American On Line (AOL) y el ICQ. Pronto, los correos masivos de chistes, las cadenas religiosas o de la suerte, o la recolección de firmas para buenas causas, inundaron los buzones de los propietarios de una cuenta; mientras que las salas de conversaciones clasificadas por  gustos, edades e intereses, sirvieron para conocer a personas de diferentes partes del mundo.

Este intercambio de información vía la pantalla de computadora, funcionó a muchos de sus usuarios para reinventarse y hacer tangible (a la yema de los dedos, la vista y al imaginario personal) la posibilidad de una vida sin las restricciones de “la realidad”. Así, las desinhibiciones, las mentiras y las brutales honestidades sirvieron, entre otras cosas, como vehículos para el romance virtual. Un buen ejemplo de cómo se vivía el boom de Internet (email y chats) y su influencia en  las relaciones sociales es la película Tienes un email (You’ve Got Mail, 1998), remake de El bazar de las sorpresas de 1940, de Ernest Lubitsch.

Dirigido por Nora Ephron, el filme narra la relación virtual entre Kathleen Kelly (Meg Ryan) y Joe Fox (Tom Hanks), amistad que nace en la sala ‘mayores de 30’ del chat de AOL, pero no saben sus identidades, sólo conocen sus nombres de usuarios (nickname), que son también sus correos electrónicos (shopgirl y ny152); en los mensajes que se comparten hablan de sus gustos por la lectura, el cine y la ciudad de Nueva York, donde ambos viven. Kahthleen es dueña de una librería para niños y Joe es el heredero de una cadena de librerías de descuentos que suele eliminar a sus competidores por sus precios bajos. Si bien el eje del relato está basado en la tensión que existe entre los personajes centrales debido a que son ‘enemigos’ en el negocio de los libros y excelentes amigos virtuales, cosa que el espectador descubre pronto, hay otras situaciones en las que es posible notar el cambio social que se está ocurriendo en esa época (finales de los años 90) debido a la Internet: por una parte, la resistencia a esta mudanza de formas al mundo virtual es personificada por Frank Navasky (Greg Kinnear), como un apasionado anti tecnología que le  dice al inicio de la historia a Kathleen  “Escucha: a los trabajadores del estado de Virginia les quitaron el solitario de sus computadoras por improductividad durante seis semanas (…) ¿Sabes los que estamos viendo? El fin de la civilización occidental que conocemos (…) ‘Tecnología’,  nombra una cosa, un beneficio a causa de la ‘tecnología’ (…) Crees que esta máquina es tu amiga, pero no lo es” (refiriéndose a una computadora). Mientras que otra situación planteada es la de quienes están dando sus primeros pasos en el ciberespacio  experimentando, como Christina (Heather Burns) quien comparte brevemente Kathleen y Birdie (Jane Stapleton) su decepcionante paso por el cibersexo, pues posteriormente le faltaron al respeto.

Otros sitios web (además de los correos y los chats) que han crecido exponencialmente desde la aparición de la Internet relacionados con la idea y necesidad del enamoramiento son los de búsqueda de pareja. Si bien esos lugares no son de reciente invención pues aparecen con el periódico en el siglo XIX, la multiplicación de ellos puede comprobarse al googlear la palabra ‘solteros’; los resultados (12,800,000 de direcciones en 0.21 segundos) de las primeras páginas corresponderán a los sitios ya mencionados. A través de un catálogo de rostros, medidas, intereses, gustos y preferencias sexuales, estos lugares ofrecen a sus clientes la posibilidad de encontrar pareja en cualquier parte del mundo, claro que en la medida que se extienden los márgenes geográficos se elevan los costos del servicio, ¿cuánto se está dispuesto a pagar por encontrar al amor de su vida?

Las relaciones amorosas (y de todo tipo) entre los individuos se están modificando en aquellas partes donde las innovaciones tecnológicas han llegado (en México aproximadamente 40% de la población tiene acceso a alguna conexión a Internet), no sólo a través de la computadora sino mediante los teléfonos celulares que con los mensajes de texto (msn, Blackberry, WhatsApp, entre otros) y otras redes sociales alteran tiempo y espacio; hay estudios en países desarrollados que demuestran cómo las parejas de novios adolescentes mantienen contacto permanente a lo largo del día, gracias a los dispositivos móviles. Otras tantas relaciones han concluido en los últimos años debido a infidelidades y  enamoramientos virtuales en Facebook, no es difícil conocer a alguien que se haya dejado seducir por una situación de este tipo.

La fantasía del amor se ha digitalizado y las posibilidades que la envuelven apenas inician, ¿en qué cree usted se convertirán en 10 o 20 años, estimado lector?

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