Anel Flores Cruz/

Foto: Cortesía de www.vimeo.com

Está normalizada, no se ve, pero actúa insensible y silenciosa. La violencia simbólica se disfraza con la objetividad de un sentido común, disimula las relaciones desiguales de poder entre hombres y mujeres y arremete con la imposición de un orden social jerarquizado que discrimina a las mujeres y ubica a la mayoría en condiciones asequibles para tolerar cualquier tipo de violencia explícita.

La violencia simbólica se despliega a través de imágenes y mensajes en medios de comunicación, en la publicidad, en las canciones, en los libros de texto, en las frases, etc., y se hace efectiva en la medida en que las mujeres no son conscientes de padecerla o de practicarla.

Conceptualizado por el sociólogo Pierre Bourdieu, La violencia simbólica “no mata cuerpos, pero esclaviza mentes, lo cual en cierta manera es un modo de morir en vida”.

Una vez que se hace evidente, la violencia simbólica permite comprender los efectos reales que dan sentido a las jerarquías de género. Aquí dos ejemplos:

En la reproducción del amor romántico

El concepto de amor romántico que se reproduce desde los grandes relatos literarios, hasta las historias más básica de las telenovelas, reality shows y algunas películas, contienen una carga de mitos que fomentan experiencias de amor idealizadas y construidas con una disposición a la tragedia.

Asumimos, como lo plantea la antropóloga Marcela Lagarde, “que un componente ineludible del amor es el sufrimiento y así el sufrimiento amoroso se convierte en una virtud que impide a muchas mujeres darse cuenta de que ser víctimas ni es una virtud ni es positivo”

Si observamos las relaciones amorosas que se establecen entre personajes de telenovelas mexicanas podremos dar cuenta que todos encierran expresiones de dominio, propiedad y  lazos de dependencia que privilegian a los varones y nutren algunos mitos que intentan justificar la violencia contra las mujeres: “la maté porque era mía”, “la maté porque no era mía”, “es un crimen pasional”, “lo hice por  amor”.

Por otra parte, los medios de comunicación, en general, atribuyen la felicidad, el éxito, autoestima y valoración social de una mujer a la compañía de una pareja. En los de reality shows las mujeres se pelean por el cariño de un hombre, mientras que en programas destinados a “amas de casa” se aconseja conservar “el  sagrado matrimonio” (a pesar, incluso, de la vida misma), en tanto, en las telenovelas podemos observar historias con villanas memorables que terminan en la cárcel o enloquecidas tras un amor frustrado.

La cultura del amor romántico que se promueve  asienta la idea del amor incondicional y sacrificado con un elevado grado de renuncia a la vida propia: “no importa que no nos amen, lo que vale es el amor por el otro”, “te amo más que a mi propia vida”, “sin ti no soy nada”.

Este orden social, patriarcal y androcéntrico, instala simbólicamente relaciones de poder que posterga la libertad de las mujeres y admite que al mismo tiempo consientan la violencia contra ellas. Bajo sus efectos dramáticos, traducido muchas veces como desamor, desembocan crímenes contra ellas, algunos evidentes y otros encubiertos como suicidios, como lo vimos recientemente en los medios de comunicación con el caso de Gabriela Hernández Guerra, una mujer de Veracruz que anunció por Facebook que se suicidaría tras un rompimiento amoroso.

Y aquí es pertinente aclarar que a pesar de que el suicidio en mujeres no es tratado como un feminicidio, la gran mayoría de mujeres que deciden terminar con su vida se ven influenciadas por una vida cargada de violencia sistemática. De acuerdo a datos del INEGI, diversas investigaciones indican que son las mujeres quienes con mayor frecuencia presentan tanto la idea como el intento suicida  y entre los factores de riesgo que se encuentran asociados a esta conducta se encuentra la violencia contra ellas.

En la construcción de la belleza

Los esquemas de pensamiento universal respecto al cuerpo de las mujeres operan con la violencia simbólica en la televisión. A las mujeres se les ve altas, delgadas, voluptuosas, de tez blanca y, en la medida de lo posible, sin ningún atisbo de rasgos indígenas. La televisión premia de manera simbólica a quienes constituyen un estereotipo hegemónico de la belleza, a las que no, se les relega a espacios secundarios o en personajes  incidentales que encarnan trabajadoras domésticas o personas humildes dentro de la historia.

El sentido de la cosmología sexuada exige a las mujeres una belleza artificial que las orilla, entre otras cosas, a realizarse operaciones estéticas que ponen en riesgo su vida, a sufrir trastornos alimenticios y a la reducción de una imagen que anula sus cualidades humanas y les otorga valor a partir de la satisfacción de los varones. Dentro de estos estándares de belleza no ser “bonita” puede ser motivo de discriminación y baja estima. Por ello, no es casualidad que México ocupe el segundo lugar en el mundo en la práctica de cirugías estéticas (después de Estados Unidos y antes que Brasil), según cifras de la asociación Mexicana de Cirugía Plástica, Estética y reconstructiva (AMCPER), y el segundo lugar en cirugías realizadas por personas no capacitadas, razón por la que existen al menos, 15 mil personas sufriendo de los efectos adversos tras someterse a supuestos procedimientos estéticos que derivan en deformidades, amputaciones o pérdida del tejido.

Es a través del cuerpo como se define la participación de las mujeres no solo en los programas televisivos y en su publicidad, también en la interacción social. Se mercantiliza el cuerpo cuando se les desnuda como recurso publicitario de productos dirigidos a varones como cervezas, autos, perfumes, entre otros. De este modo, el mensaje que la televisión envía a los hombres respecto al cuerpo de las mujeres es totalmente distinto: a ellos les simboliza un trofeo (que puede ser comprado) y a ellas una imperiosa exigencia.

 @Anel FloresCruz

 

Referencias

Pierre Bourdieu  (2000),  El sentido práctico. Siglo veintiuno editores. Buenos Aires. Pág. 57

Lagarde Marcela (2005), Para mis socias de la vida. México 2005, Pág. 433.

INEGI 2013, “Estadísticas a propósito de Día mundial para la prevención del suicidio”, recuperado en: http://www.inegi.org.mx/inegi/contenidos/espanol/prensa/Contenidos/estadisticas/2013/suicidio0.pdf

El Universal 2010, “Las diez cirugías plásticas más solicitadas de México”, recuperado en: http://de10.com.mx/9378.html

 

 

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