Vidal Pineda

A CAPINDO la pandemia del Covid-19 le dio con todo. La escuela cerró sus puertas tras el anuncio de las medidas de prevención que el gobierno federal emitió con la llegada del nuevo coronavirus. El rumbo del Centro de Apoyo para la Integración del niño Down (CAPINDO) era incierto en marzo del 2020.

Suspendieron las clases y los más de 30 alumnos que integraban la plantilla estudiantil tuvieron que regresar a sus casas y esperar, como en todo el país, las indicaciones que durante todo el año se hicieron para evitar la propagación del virus, mientras una crisis económica y sanitaria que crecía imparable embestía a toda la población.

El equipo de docentes se retiró y tres de las seis maestras fueron despedidas a causa de la nueva crisis. Como otros centros educativos, comerciales y laborales, en CAPINDO se buscaron estrategias para que la educación de sus alumnos no se viera afectada. Implementaron clases en línea, pero no fue suficiente; mientras en el 2019 el Centro atendía a 32 personas con Trisomía 21 o Síndrome de Down, en el 2020 sólo se inscribieron 12, el resto se dio de baja, la mayoría por falta de presupuesto y equipo necesario para recibir las clases a través de las plataformas digitales.

Había que hacer algo para que este centro fundado en 1995, por la doctora Rosa María González Ruiz, continuara su labor de integración a la sociedad oaxaqueña de las personas con Síndrome de Down, a través de sus servicios educativos y de recreación a favor de su autonomía. 

En septiembre del primer año de pandemia, con un semáforo epidemiológico que iba del amarillo al naranja, la doctora González se reunió con Nubia Vásquez, gestora cultural, para concretar una estrategia de rescate económico que pudiera solventar los gastos en CAPINDO, cubrir el salario de las maestras y reactivar la mayoría de sus actividades.

El resultado: la apertura de una cafetería, el plus: “la capacitación de personas con discapacidad para reconocer sus aptitudes y brindarles la oportunidad de desarrollarse en el ambiente laboral y apoyar a sus familias económicamente”, me explicaron.

En Oaxaca el panorama laboral para las personas con discapacidad (PCD) siempre ha sido precarizado. Se enfrentan a diferentes obstáculos para desempeñarse en el sector, terreno desierto, accidentado y difícil de andar por la nula cultura de inclusión que tenemos como sociedad. Aunque el Servicio Nacional del Empleo exhorta a las empresas a abrir espacios para las personas con discapacidad, son muy pocas las vacantes que se encuentran.

Doctora y gestora se prepararon. Su primer logro fue una alianza con caficultores de la comunidad de Santiago Xanica, quienes se encargarían de surtir el grano. Proyecto en mano, se dedicaron a buscar financiamientos para comprar la herramienta principal: una cafetera. Hallaron convocatorias de apoyo a emprendedores pero nada prosperó, buscaron más opciones, pero no hubo éxitos.

Tras varios intentos y con la crisis en hombros, la única y última opción fue ocupar los ahorros de CAPINDO, así lograron hacerse de la cafetera y pagar clases con los especialistas que en abril pasado les enseñaron a usar la máquina y a preparar las bebidas. Consiguieron un pequeño espacio al norte de la ciudad, en la segunda calle de Nezahualcóyotl, en la Colonia Reforma y, para darle personalidad, Nubia invitó a Jonathan Reyes, quien se encargó del logotipo y del mural para la nueva cafetería a la que nombraron Café T21, que abrió sus puertas el pasado Día de las Madres.

Pero el reto aún no termina, abrir un negocio en plena pandemia, con un semáforo epidemilógico que cambia de amarillo a verde y visceversa, implica trabajar con una estrategia que permita una solvencia económica independiente, primero para consolidar la cafetería como negocio redituable, y luego para capacitar a las personas con Trisomía 21 que trabajarán en él, ya sea como meseros, auxiliares de limpieza o incluso como baristas.

El Café T21 no es el primer comercio que abre su oferta laboral para personas con discapacidad en Oaxaca, pero sí es el único creado específicamente para que personas con Trisomía 21 logren su integración al sector económicamente activo, un trabajo complejo que debe impulsarse para echar abajo los prejuicios que, por desconocimiento, se tienen hacia las personas con Síndrome de Down y, en general, hacia las PCD. Un trabajo que, a decir de la doctora y la gestora, implica paciencia, disposición y tiempo.

Como sociedad se debe trabajar más en la cultura de inclusión, hoy todavía se dan actos de discriminación hacia las PCD y en el caso de personas con Trisomía 21 “se les ve como personas con menos valía o se les trata con lástima, incluso hay quienes no les dirigen la palabra porque piensan que no logran entendernos. Hay conductas sociales que debemos cambiar” explica la doctora González.

Además de impulsar el consumo del café de altura, y con ello el trabajo de los caficultores de Santiago Xanica, Café T21 es un lugar que promueve la oportunidad de fomentar una sociedad más inclusiva y proporcionar apoyo en estos momentos tan adversos.

“Buscamos aliados para fomentar una sociedad en donde todas las personas sin excepción puedan gozar del derecho universal al trabajo y a la autonomía personal”.

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Hoy el objetivo en mente es consolidar la cafetería y su marca, Café T21, pues lo recaudado se utilizará para cubrir los gastos de mantenimiento y remodelación de CAPINDO que permitan su reapertura, y así continuar con la capacitación de personas con Trisomía 21 para que sean más los que puedan integrarse al campo laboral oaxaqueño.

Algunas cifras:

El Censo poblacional realizado por el INEGI apunta que en el país existen 20 millones 838 mil 108 personas, una cifra que representa el 16.5% de la población de México. De estas, 13 millones 934 mil 448 (11.1%) son personas con alguna limitación, 6 millones 179 mil 890 (4.9%) son personas con discapacidad y 1 millón 590 mil 583 (1.3%) tiene algún problema o condición mental. 

De acuerdo con el Informe de Evaluación de la Política de Desarrollo Social 2018, las personas con discapacidad están en desventaja para el acceso efectivo a sus derechos sociales, como educación y seguridad social, respecto a las personas sin esta condición. Lo anterior dificulta su inserción social y aumenta sus probabilidades de caer y permanecer en pobreza. 

En la capital oaxaqueña, según el Censo de Población y Vivienda 2020, 4 mil 254 personas que tienen alguna discapacidad no están afiliados a algún servicio de salud, por lo que no pueden recibir tratamiento médico, terapias o educación. 

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