Edgar Ocampo Tellez*

La energía es la clave fundamental en la supervivencia de todas las especies del planeta. El delicado balance entre la energía corporal que invierten los animales recolectando sus alimentos o corriendo detrás de sus presas y la energía que obtienen de ellas, marca la diferencia entre las especies que predominan la tierra y aquellas que se extinguen.

Todos los seres vivos del planeta, excepto el hombre, toman únicamente la energía necesaria para sobrevivir y reproducirse.

La especie humana no se conformó con eso y fue más allá. Sin percatarnos, hemos traspasado la cuota biológica natural de energía, utilizando y acaparando más de la necesaria para usarla en actividades, como movernos, esparcimiento, transporte de mercancías, construir refugios, conservar y cocinar alimentos. Hemos roto el equilibrio.

En esa aventura, el petróleo es la escala más alta de la jerarquía energética que la humanidad ha alcanzado después de haber dominado la madera, el viento, el sol, el carbón y otras fuentes de energía. La humanidad le ha confiado al petróleo toda su habilidad para producir alimentos, el sistema agroindustrial es una máquina que transforma las calorías de petróleo en calorías de alimentos.

Este evento ocurre en un instante muy breve de la existencia de la especie humana sobre la tierra.

Si resumiéramos en un año, los 2 millones de años en los que la humanidad ha dejado rastro sobre el planeta desde que saliera de la «Garganta de Olduvai» en África, podemos decir que el descubrimiento del petróleo tuvo lugar durante la cena de año nuevo, justo a las 11:30 de la noche del día 31 de diciembre.

En esa breve media hora de uso del petróleo, la humanidad ha provocado los cambios más dramáticos y radicales en su entorno, en su comportamiento, en su conocimiento y dominio de la tecnología.

El desafío al que se enfrenta nuestra generación es la de adaptarse al declive de la abundancia de recursos naturales y energéticos en esta breve era del exuberante consumo.

La humanidad, después de haber explotado durante más de 100 años el petróleo, llega a una coyuntura brutal, por un lado; el Homus Energívoro necesita cada día más energía y por el otro; la realidad geológica está imponiendo una irreversible disminución de la disponibilidad de energía para el abasto de la humanidad.

Vivimos en una ilusión basada en flujos colosales de energía que mueven maquinaria y transporte a nuestro servicio. Pronto esta burbuja reventará, dejándonos desnudos.

*Edgar Ocampo Tellez/Analista e investigador, experto en el sector energético.

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