Rocío Flores

OAXACA, Oax. La fuerza femenina de Mujeres en el encierro emerge de las voces, de los pasos, y los movimientos, su escenario es un espacio austero, estrecho, frío, soez, donde el pasado irrumpe, golpea los cuerpos y lo convierte en un violento presente.

Seis cuerpos semidesnudos transitan de un tiempo a otro, pausada o rápidamente, mientras narran las historias de Mujeres en el encierro, la obra de la dramaturga y directora de teatro, María Morett.

“En piedra me conviertes pero me nacen alas, me salen ojos”, repite una de las protagonistas, para sí misma y para su custodio, un personaje que representa las normas, el control y el poder de un sistema patriarcal.

La fuerza, el tono de voz e historia detrás de esta frase, se puede imaginar y comprender si se piensa en esa mujer y cinco más que la acompañan, como un cuerpo oprimido, controlado, dispuesto siempre a satisfacer las necesidades de otro, a cumplir con un rol en un sistema que la valora en función de su utilidad, o como apunta la antropóloga Marcela Lagarde vistas como madresposas, monjas, putas, presas y locas.

Desde ahí, desde esa opresión, seis mujeres cuentan historias de afuera y de adentro, de cómo por amor dijeron que sí y no se pudieron echar para atrás, cometieron crímenes y fueron detenidas y encarceladas por delitos perpetrados en complicidad casi siempre de su pareja sentimental.

Mujeres en el encierro es una obra de una estructura no lineal, concebida durante la trayectoria de Morett como actriz y posteriormente como directora, desde la calle, el teatro y verdaderos centros de reclusión, donde trabajó con internas durante aproximadamente tres años.

En las historias también convergen imágenes de la infancia y los sueños de María Morett: figuras mitológicas como Cronos, o el minotauro, sueños de encierro y laberintos, que fueron reinterpretados por la actriz desde la cárcel, donde convivió y aprendió a percibir los sentimientos de las internas.

Moret retrata la sexualidad, el caló, la nostalgia, la depresión, la poesía y el amor desde la condición de las mujeres en reclusión y enfrenta al espectador o espectadora con sus sentimientos.

Mujeres en el encierro define también a una justicia “perra” y “puta” que trafica con el poder, el dinero y las drogas desde los mismos centros de reclusión. Habla del narcotráfico, su relación con la sexualidad y el poder de las mujeres.

A través de Fanny, uno de los personajes, recrea los resultados de un arduo trabajo de investigación y entrevistas que sostuvo con una mujer que vivió experiencias de tortura, porque le tenía más miedo a su amante que a la policía que la drogaba para sacarle información.

Morett sintetiza en una frase la experiencia de esa mujer: “quise ser cristiana pero no pude, quise ser la narcotraficante más cabrona, Camelia La Tejana  pero no pude, la mejor puta y no puedo”.

La cárcel, dice la dramaturga desde su experiencia en los centros penitenciarios, son espejos, ahí está la humanidad, ahí están también nuestras historias.

Con esta obra, la comunicadora, actriz, dramaturga, directora y productora teatral celebra 25 años de trayectoria profesional, y la consolidación de su compañía MX Teatro, integrado por actores y actrices de la Ciudad de México y de Oaxaca, que han formado parte de su laboratorio teatral.

La obra Mujeres en el encierro se ha presentado en la Ciudad de México, se tradujo al inglés y presentaron lecturas dramatizas de la versión en inglés en las ciudades de Nueva York y California, en Estados Unidos, también en la sala Beckett de Barcelona, España.

La pieza teatral se presenta en Oaxaca en La Locomotora Foro Escénico.

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