Rocío Flores

OAXACA, Oax. Francisco Toledo, el juchiteco considerado por especialistas en arte como el pintor vivo más importante de México, dice que la palabra que mejor lo define es viejo y que todo lo que ha vivido ha sido involuntariamente.

Delgado, cano, inquieto, desde un rincón del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca, explica que difícilmente puede describirse en unas pocas palabras, a pesar de haber trabajado el autorretrato de manera recurrente en su obra. Su primer autorretrato fue pintado a los 14 o 15 años.

En las últimas piezas de la muestra Naa Pia, Yo mismo, exhibidas hace un par de meses en una de sus propiedades que convirtió en un casa -con más de 50 mil volúmenes- para el estudio del arte, el creador mostró esa vejez con la que hoy se identifica, observamos un Toledo mono, Toledo como un papalote, entre rejas, como un niño negro, un esclavo o un trompo.

Hemos visto a Francisco Toledo de muchas formas, “Toledo es muchas caras, “son muchos Toledos…»,  dijo la especialista en historia del arte Germaine Gómez Haro, a propósito de su cumpleaños número 77 que hoy celebra.

Es energético, generoso, es un gran lector, genio, dice la poeta bilingüe Natalia Toledo, su hija. Su obra es prueba de que es un oaxaqueño tenaz, trabajador y talentoso.

“Es alguien que se construyó solo aunque tuvo algunos maestros, se formó con los ejemplos. Ha sabido compartir las experiencias con los más vulnerables, su trabajo está al servicio de sus paisanos”.

Natalia dice que lo que más le preocupa a su padre es dejar un testimonio del acto de compartir y el hecho de que todas las generaciones tengan oportunidades.

Su presencia impone, dice César Espinoza, trabajador del Centro de las Artes San Agustín, (CaSa). Su presencia y su visión guían el trabajo de las instituciones que fundó. La vida de Toledo también está llena de humor, pero en sus palabras siempre hay una lección, apunta Daniel Brena, director del CaSa.

La coordinadora del Instituto de Artes Gráficas, Mérida López habla del pintor y de su memoria fotográfica, capaz de recordar todo el material del IAGO. “Tiene ubicadas hasta las páginas de dónde puede uno encontrar las notas que él pide”, apunta la coordinadora.

A lo largo de siete décadas, hemos visto muchas facetas del artista, su personalidad como su rostro son los de alguien que no ha podido permanecer un instante quieto, siempre cambiante, inquietante, de pronto mono, a veces insecto, otras veces felino. Es verdad, es difícil describirle en unas pocas palabras, Toledo es muchas caras, muchas obras, llenas de humor, de ironía, de esa memoria nítida de su pasado indígena.

Toledo, es artista, filántropo, promotor de la cultura natural y cultural, es un actor político. El Maestro tiene la capacidad de mostrarse siempre diferente, de hacer muchas cosas distinta a la vez, al tiempo que pinta, siembra, crea. Gómez Haro lo definió muy bien, cuando dijo que su personalidad es caleidoscópica.

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