Vladimir Méndez/ Foto: Carlos Bautista

Desde el primer rasgueo, la raza explotó. Eufórica coreo una a una las canciones que hiceron de los Caifanes, en los 90, una de las bandas más relevantes del rock mexicano. Saúl, Marcovich, André, Sabo y Diego, con su historia a cuestas, tomaron posiciones en el escenario y, con el saber y el sabor de la experiencia, deleitaron a la raza ñera o no, pacheca o no, chelera y/o treintañera con la pasión de los recuerdos, porque “la pasión tiene memoria”.

Con Nubes conjuraron las ídems y, ya con cielo descapotado, llovieron letras y notas —además de vasos con tierra y orines que el respetable se lanzaba entre sí. “Cuando veo a través del vaso,/ veo a través del tiempo…”, cantaban en el público y se empinaban la cerveza; “cuando veo a través del humo…” ya se imaginan. Y se abrazaban, cantaba, saltaban y reían: “… no se por qué,/ no me importa saber por que”.

Saúl había abierto el baúl de los recuerdos: desde Caifanes hasta El nervio del volcán, pasando por El diablito y El Silencio, la banda fue barajando el repertorio para narrar su historia: cantaron Voy detrás de ti, Miedo, Los dioses ocultos, Afuera. La raza, emocionada, pedía las rolas, mientras que en el escenario Marcovich, distante, se acerba a Saúl por momentos, quien a su vez veneraba a Sabo. André y Diego, en lo suyo, contentos, sin aspavientos, sobrios. La historia memorada a golpes de sonidos y silencios, de ausencias y reencuentros.

“Antes de que nos olviden…”, cantaría Saúl más adelante, en algún momento. Pero no hacía falta: Caifanes en concierto huele a ayer, sin duda, pero sabe a hoy también, como rueca que gira mientras se hila y es lo mismo y no, porque es sobre todo: la pasión que va tejiendo la memoria. Luego, a capela, imponente, el público revira con La célula que explota; y a ese no lo paran, ni a la historia.

Y estaba ahí la juventud de ayer —codo a codo con la juventud de hoy—; menos joven, sí, con voz cansada, como Saúl, con más calva, como Marcovich, con menos salud, con más arrugas, con más recuerdos, con menos vida por delante, pero con más pasión, con la pasión de la memoria. Cantando, simplemente, haciendo historia de la vida.

Y es que después de lustros regresó Caifanes a Oaxaca y la inundaron de recuerdos, de nostalgia. Y Oaxaca recibió a Caifanes como se recibe a las viejas amistades: como si el tiempo no pasara, como el “decíamos ayer” que la banda, la raza, dijo a coro el sábado en el Corona Music Fest.
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