OPINIÓN

Abraham A. Rasgado González

Lo primero que hay que decir es que la muerte tiene que seguir siendo ese paso de la vida hacia el misterio, hacia la nada o hacia un mejor lugar. No podemos profanar eso que debería ser un rito, un morir en el que el cuerpo y lo que ese cuerpo representa sean respetados.

El miércoles Tehuantepec amaneció con la terrible noticia del asesinato de una joven del barrio Santa Cruz Tagolaba. Se llamaba Elvia Saravia Carrasco. Su cuerpo fue hallado en el arroyo Bazaguya que transita por el fraccionamiento Infonavit Sandunga.

En Tehuantepec no estamos en un paraíso, ni mucho menos. La violencia poco a poco hace su aparición cada vez con más frecuencia. Pero este caso es un problema que en Oaxaca ya está tomando tintes de alarma. Los feminicidios se han disparado en nuestra entidad y no parece que a la autoridad (y a los que hoy se disputan los puestos públicos) les interese.

Según datos del Instituto de la Mujer Oaxaqueña, este delito, tipificado como tal a partir de 2012 (y que se sanciona con 40 a 60 años de prisión), se ha elevado considerablemente, pues de diciembre de 2011 a mayo de 2013, se registraron 205 muertes violentas de mujeres. De acuerdo con cifras que ha dado a conocer el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), entre 2006 y 2010 la tasa de defunciones de mujeres por homicidio pasó de 3.1 a 4.6 por cada cien mil mujeres.

El gobierno estatal presentó, el 17 de mayo pasado, un “protocolo de combate al feminicidio en la entidad”. Sin embargo, diversas ONG, como la Ucizoni, han denunciado constantemente que “El estado de Oaxaca es uno de los nueve estados con mayor crecimiento en feminicidios, en lo que va de 2013 suman ya más de una docena de homicidios dolosos cometidos hacia mujeres, jóvenes, adultas y niñas, y ello es resultado de la incapacidad de las autoridades estatales que han hecho de la impunidad una constate”. Y dan una cifra escalofriante: cada cinco días se da un feminicidio en Oaxaca, y las regiones con el mayor número de casos son los Valles Centrales y el Istmo de Tehuantepec.

Estos casos se agravan por la falta de sensibilidad de los encargados de procurar justicia. Cuestionan: “los tribunales y juzgados han sido permisibles con los agresores argumentando estereotipos de género para justificar y legitimar la violencia ejercida en contra de mujeres, por mencionar algunos ejemplos, ‘fue asesinada y violada por vestir así, o porque se dedicaba a la prostitución’, ‘fue golpeada por su marido porque es algo normal en la vida de pareja’, las autoridades siempre han denigrando nuestra imagen como mujeres”.

Hoy, esta joven madre soltera de Tehuantepec fue ultimada. Su caso ha servido, según se ve, para seguir engrosando las cifras de muertes violentas de mujeres por razones de género. La joven, quien se desempeñaba en un trabajo de expendio de cervezas, no debe ser un caso más de injusticia e impunidad que aqueja a nuestro pueblo. Esperamos que ese protocolo que implementaron el mes pasado no sea un pretexto para dejar impune este hecho que lastima por entero a la sociedad tehuana.

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