El patriarcado nos robó el anhelo

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Una mirada interior a las masculinidades

Juan Carlos Acuña*

Foto: Foto: pixabay

Hoy, un día antes del día internacional de la mujer, me solidarizo con el movimiento de las mujeres que lucha contra la violencia, contra la injusticia e inequidad y todo aquello producido por el sistema patriarcal que impera en nuestras sociedades. Mañana también me solidarizo, y todos los días del año. ¿Cómo no solidarizarse?

Y hoy también me solidarizo (por favor obsérvese que uso “y”, no “pero”) … y también me solidarizo con los varones por el daño que el sistema patriarcal ejerce en nosotros. 

Claro, no se me ocurriría comparar en un nivel externo lo que sufrimos los varones con lo que sufren las mujeres. Porque los varones hemos tenido el poder externo por siglos. Porque los varones somos los que tenemos el privilegio de salir a la calle sin tenernos que cuidar de que nos violenten simplemente por ser varones. Y muchos más porqués.

Mi solidaridad es en el nivel interno, en la dimensión interior. Porque creo que el sistema patriarcal nos ha forzado a los varones a desconectarnos de nuestro mayor anhelo, o mejor dicho, del anhelo de nuestro verdadero ser. 

El anhelo de amor, de dar amor, de ser amables con otros y otras, de solidarizarnos, de ser respetuosos e íntegros, el anhelo de llegar a casa sintiéndonos libres de culpa porque no denigramos con nuestra mirada a esa chica tan bella que vimos en la calle o en el trabajo, el anhelo de sentirnos honestos al no decirle a una chica lo bella e increíble que es sólo para tener sexo, el anhelo de sentirnos solidarios cuando le dijimos a otro varón que el chiste que dijo sobre las mujeres no es chistoso sino ofensivo. 

Sí, porque estoy convencido, en carne propia, que ese es el anhelo de nuestro ser real. No del títere en el que nos hemos convertido por los patrones, las creencias y las prácticas del patriarcalismo; no de nuestra dimensión infantil que tiene miedo de sentirse inferior a los demás seres vivos, especialmente inferior a las mujeres; no de nuestra dimensión oscura que se defiende con violencia y crueldad con tal de no vulnerarse y sentir dolor. 

La mayoría de los varones ni siquiera somos conscientes de ese anhelo. Parece un anhelo prohibido para nosotros. Y entonces, mientras festejamos el éxito que tenemos ejerciendo nuestro poder externo, de nuestro pequeño ego, nuestro ser real es derrotado. 

Una y otra vez. Y en esa medida, nos alejamos más y más de nuestro anhelo y del poder interno que tenemos para encontrar nuestro bienestar sin tener que ser mejor que alguien, sin tener que demostrar que soy valioso porque soy egoísta y agresivo, sin tener que chingarme a alguien. 

Y nuestro ser real se queda abandonado, sediento de amar, y como un niño que nadie lo lleva a jugar al parque. Y ese dolor, ese dolor es el gran dolor. Y más doloroso porque ni siquiera es reconocido. Como el niño que no reconoce que le dolió que su papá no estuviera presente emocionalmente. 

Conozco ese dolor. Ese dolor que el mismo sistema patriarcal nos ayuda a negar a través de un sinfín de prácticas “anestesiadoras” como apostar, tener sexo, alcoholizarse, fanatizarse con un equipo de fútbol, ganarles a otros en lo que sea, etc., etc. 

Me solidarizo con esa dimensión en los varones. Soy empático con ese dolor. Porque ha sido el propio en muchas ocasiones.  aprovecho para agradecerles a las mujeres, porque gracias a su despertar, a su valentía para cambiar las cosas y luchar contra este monstruo del patriarcalismo, me han ayudado a despertar, a descubrir esa otra dimensión en mí, ese anhelo. 

Ojalá que todos los de mi género aprovechemos ese empujón que nos han dado las mujeres y empecemos a mirar adentro, lo que realmente importa, lo que realmente anhelamos. Y entonces podremos luchar juntas y juntos, mano a mano para cambiar este sistema actual por uno que sea justo, equitativo, respetuoso y amoroso. Que la primavera entrante nos dé un impulso más para florecer en amor. 

*Psicoterapeuta y facilitador de procesos de reconciliación de lo femenino y masculino.

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