Nuvia Mandarín/Foto:JLP

OAXACA, Oax. Las palabras disfrazadas de piropos como el “adiós linda», «mamacita”, las miradas que recorren el cuerpo de una mujer como objeto sexual, las persecuciones en la calle acompañadas de palabras insinuantes, los silbidos cuando una mujer pasa frente a un hombre o grupo de ellos, hasta los tocamientos en lugares públicos, son considerados actos de acoso callejero aunque en muchas de las ocasiones son también actos normalizados, disfrazados o incluso invisibilizados por una sociedad que suele  considerar estas acciones como actos  de “provocación”.

De acuerdo a especialistas en materia de género, el acoso callejero es una forma de violencia de género que ocurre en la vía pública, donde la víctima no tiene vínculo de ningún tipo con el agresor.

Por su parte, la psicóloga social y especialista en temas de género y sexualidad Aurea Ceja Albanés, refiere que el acoso está asociado con la sexualidad, que puede ser de una forma sutil hasta la más explícita, como en el caso de la violación, que cosifica a las mujeres, es decir  ignora sus  capacidades intelectuales y las reduce a instrumentos de placer sexual.

Lo anterior implica desde silbidos, comentarios sexuales, tocamientos, masturbación pública, miradas lascivas, entre otras prácticas.

La integrante del círculo de lectura Por nosotras mismas –que promueve la lectura con perspectiva de género-  expone  que estas prácticas son particulares del machismo y es una cuestión generalizada, situación que pone en riesgo a todas las mujeres, porque cuando un acosador o hasta un feminicida anda suelto, no solo está en riesgo su víctima anterior, sino todas las mujeres.

La naturaleza con la que en Oaxaca y otras ciudades de México es tratado el acoso tiene que ver con un sistema que tolera indicó Ceja Albanés, quien ejemplifica con los llamados versos pícaros o albureros de la costa oaxaqueña que ponen a la mujer en sitio de burla, llenos de frases sexistas, los cuales se han normalizado y hasta celebrado en donde se les escucha.

Lo anterior, es para muchas mujeres parte del ‘viacrucis cotidiano’, tener que pasar por el parque, escuela, obra en construcción, centro comercial y ser bombardeada de insultos, miradas y acercamientos, actos que en una vida libre de violencia no deberían de ser aceptados ni permitidos pues constituye también un acto de violencia de género, aunque para la mayoría de quienes acosan parece un hecho sin importancia.

Al respecto Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, en su apartado Modalidades de Violencia, señala que las autoridades federativas deben garantizar el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia, además de promover y difundir en la sociedad que el hostigamiento y el acoso sexual son delitos.

Así mismo señala la necesidad de  fortalecer el marco penal y civil para asegurar la sanción a quienes hostigan y acosan.

La especialista reconoció que aunque existen instancias para prevenir y sancionar estas prácticas, dichas instituciones son espacios hechos para varones, donde las mujeres pasan a ser sujetos de segunda, donde impera la cultura de la impunidad debido  a que las relaciones de poder y los pactos entre hombres invaden el sistema jurídico.

Ante este panorama las psicóloga es contundente:  “la protesta siempre es incómoda, pero  hay que salir a exigir respeto para las mujeres”.

 

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