Nuvia Mandarín

OAXACA, Oax. La desigualdad entre mujeres y hombres en el trabajo tiene nombre. El rechazo, enojo y hasta odio por su desempeño laboral también; la falta de confianza, el acoso sexual y la discriminación igual, se llama misoginia y es una constante en el mundo.

Para Erika Lili Díaz Cruz, feminista y abogada, históricamente hay un enojo de los hombres hacia las mujeres, mismo que se ha encauzado en distintas formas de violencia en su contra, una de ellas en el espacio laboral, territorio de poder que siempre han ocupado los hombres.

Las mujeres que se han desarrollado profesionalmente tienen como primer obstáculo la misoginia, conducta aprendida desde la niñez y parte de una violencia del sistema patriarcal, señala Lili, lo que ha traído consigo que quienes se vean favorecidos con los empleos sean los hombres, porque al inicio de todo esto quienes se encuentran en los cargos más altos también son ellos.

Este rechazo explica, surge de la idea de que las mujeres solo deben realizar el trabajo reproductivo, es decir, tener hijas e hijos y cuidarles pero sin un reconocimiento y mucho menos una remuneración económica, por ende no se les considera parte de una producción capitalista.

[quote]“Cuando las mujeres deciden cambiar esa parte de su vida señalada históricamente, y buscan insertarse al mercado laboral para proyectar su fuerza de trabajo y obtener un beneficio personal o desarrollar un proyecto, entonces la reproducción también queda en responsabilidad de los hombres, algo que no quieren hacer, además que lo ven como competencia”.[/quote]

La también coordinadora general de la asociación civil Luna del Sur (una organización de acompañamiento jurídico a mujeres) refiere que entre las formas de misoginia se encuentran: despedir a las mujeres cuando están embarazadas, pedirles como requisito para contratarlas que no se embaracen, darles salarios menores a los de los hombres, señalar su manera de vestir y su comportamiento como parte del sistema laboral.

Además de pedirles favores sexuales a cambio de prestaciones laborales, hacer la presunción que utilizan su cuerpo para obtener logros profesionales y acosarlas sexualmente.

[quote]“Muchos patrones no quieren contratar mujeres porque dicen que todo el tiempo les piden permiso para ir a ver sus hijas e hijos, que las citan es la escuela, que se sienten mal por la menstruación, que son sentimentales. Todas son etiquetas y muchas de ellas se les ponen incluso antes de entrar a los trabajos”, sentencia.[/quote]

En el servicio público esto no es diferente, las colocan al frente de espacios donde tienen que atender a otras mujeres, no les asignan presupuestos y al final las decisiones las toma el jefe (presidente municipal, gobernador, diputado), con lo cual siguen domesticando estas áreas, aunque detrás hay un interés económico también hay un desconocimiento.

Mujeres inexistentes en las leyes

Existen leyes en materia de erradicación de la violencia contra las mujeres, como la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, derivada de una serie de compromisos sobre derechos a nivel mundial, aunque para la abogada solo son sustantivas, es decir, contienen los conceptos, derechos y obligaciones, pero no las formas para hacerlos valer.

“Muchas autoridades de justicia desconocen cómo aplicarla, las leyes sancionan, todo ordenamiento jurídico tiene un objetivo, pero cuando se desconocen el fin de una determinada norma es muy difícil que se aplique”.

También cuestiona la redacción de las normas, los artículos y todo lo que contempla una ley, porque dice, ignoran totalmente la presencia de las mujeres, están redactadas en un lenguaje masculino y enfocadas en los intereses de los hombres, y mientras eso no cambie va a ser muy difícil que se puedan obtener beneficios para los derechos de las mujeres.

Cuando las mujeres que sufren violencia laboral quieren denunciar se enfrentan a una serie de obstáculos, como las amenazas, los cuestionamientos de la autoridades, los gastos que implica un proceso, el enjuiciamiento social, que las pone contra la pared, y al no querer perder su trabajo se ven forzadas a acceder a esos ejercicios de poder o a convenios. “Las autoridades solo se echan la bolita porque no saben aplicarlas las leyes.

La tarea contra la desigualdad

Erika Lili sostiene que a muchos les beneficia la subordinación de las mujeres, pero confía en que esas formas de violencia se pueden eliminar y establecer un nuevo pacto social donde no estén fuera las mujeres, porque insiste, esto solo favorece a las empresas, que están dirigidas por hombres, lo cual incluye al Estado como una de ellas.

Con base en su experiencia también cree que otra manera de comenzar a derribar estas desigualdades es crear redes de mujeres, porque están aisladas entre ellas como se los indica el sistema, sin embargo cuando se constituyen es una experiencia enriquecedora y cambia sus vidas.

 

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