Rosa Bertha Simón Sánchez /

“Tal como es la costumbre”, así decía mi abuela cuando se elegían las autoridades municipales en San Bartolo Coyotepec. Recuerdo que cuando tenía once años escuchaba a mi abuelo hablar de los usos y costumbres, cómo debíamos comportarnos las mujeres y acatar lo que nuestros ancestros nos habían heredado.

 Ser mujer en un municipio de usos y costumbres representaba para mí, obedecer las normas sin cuestionarlas, sin romper el silencio, porque si lo hacía, era atentar contra la comunidad y contra lo que mi familia me había enseñado. Mi cuestionamiento empezó al asistir por vez primera a una asamblea comunitaria y ser silenciada por las propias mujeres y también por los hombres con la justificación de mi desconocimiento de los usos y costumbres.

Después de los acontecimientos suscitados el 20 de octubre del año 2013, donde las mujeres  empezamos a hablar, a decir nuestra palabra, la palabra  fuego, la palabra cambio.  No queremos quedarnos calladas, es preciso liberar nuestra voz y decir ya basta, aquí estamos.

La participación política  de las mujeres en las comunidades sigue estando limitada por el machismo, la lucha por el derecho a la tierra está lejos de ser una realidad, así como el acceso a cargos de elección. Por lo que es necesario repensar la condición de las mujeres, reconocer que la violencia de género que vivimos en nuestros pueblos no es una “costumbre”, pues nada justifica la venta de niñas,  el abuso sexual y la violación.

Dentro del sistema de cargos, la modalidad más tradicional para acceder al poder es desde regidurías que van acorde a los mandatos de género. Las mujeres siguen sin tener un camino abierto en cargos de mayor rango, pues sean indígenas o mestizas los obstáculos siguen siendo los mismos.  Una mujer que es topil, es “machorra o puta”, lo que hace que muchas de ellas desistan de participar. “Ser mujer en la política, tiene significados: discriminación, violencia comunitaria, soledad, altos costos en el plano emocional y personal”.

El ascenso al poder por parte de las mujeres a partir de la participación en comités, no es cosa dada. Existe una marcada división sexual del trabajo y las mujeres están presentes en actividades relacionadas con la salud, educación y fiestas religiosas, mientras los hombres asumen los cargos de poder: presidente, síndico y alcaldes. Ellos toman las decisiones, porque aún en las sesiones de Cabildo, las mujeres son boicoteadas, minimizadas o victimizadas, incluso en una entrevista realizada a un presidente municipal, éste reflejó claramente la percepción que se tiene sobre las mujeres que participan en cargos de éste tipo al comentar: “Las apoyamos porque sabemos que son mujeres solas”. El paternalismo hacia las mujeres manifestado por algunos políticos las infantiliza y las coloca en un estado de vulnerabilidad, esta definición es propia del patriarcado.

Las prácticas democráticas elitistas, patriarcales y racistas bloquean el ejercicio de  ciudadanía de las mujeres, las desigualdades históricas siguen presentes cuando hablamos de muertes maternas, feminización de la pobreza y feminicidios entre otras.

Cada día vamos levantando el rostro como lo hicieron nuestras hermanas a lo largo de la historia de México y Latinoamérica, tras la esperanza de un mundo justo y sin gobiernos autoritarios. Este 11 de abril  a las 16:00 hrs. Se llevará a cabo la Asamblea extraordinaria para elección de concejales en San Bartolo Coyotepec  bajo la sentencia emitida por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, será un triunfo para las mujeres aparecer en las ternas y ser electas. Por ello es imprescindible soñar en estos tiempos.

Escuché a una compañera ñuu savi decir: “La resistencia es como la madre tierra, hay que caminar y hacer el contagio, hombres y mujeres hay que hacer juntos la resistencia y luchar contra el monstruo liberal y patriarcal, pero para ello debemos estar todas y todos con nuestra palabra”.



* Socióloga Feminista, Poeta, Maestra en Estudios de la Mujer por la Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco.

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