En su segundo poemario, la autora aborda la desaparición y el primer eslabón en la cadena del narcotráfico

Lisbeth Mejía Reyes

OAXACA, Oax. En una comunidad de la Sierra de Oaxaca, el cuerpo de una mujer es desaparecido por su propio esposo. Pero eso parece no importar a nadie más que a la hija de esta. Entre las montañas, la tierra cultivada y las leyendas de la comunidad, su caso será uno más en el eslabón de una larga cadena de narcotráfico, en donde infantes y ancianos son solo el primer escaño.

La historia es ficción, pero se basa en la realidad, una a la que ha acudido la poesía de Clyo Mendoza (Oaxaca, 1993) para romper el silencio que sigue a las jornadas en el campo.

“Yo me quedaba pensando en que después de la jornada en el campo, lo que queda es silencio, y en ese silencio siguen pasando cosas”, apunta la ganadora del Certamen Internacional de Poesía Sor Juana Inés de la Cruz (2017), en la categoría de poesía.

¿Pero cómo hablar de un problema que en México desató la llamada guerra contra el narcotráfico en el sexenio de Felipe Calderón (2006-2012)? ¿De qué manera recrear el caso de una mujer cuya desaparición podría ser una de las más de 40 mil en el país y cuyo cuerpo, de ser encontrado, quizá sería uno de los no reconocidos entre los 20 mil de las morgues?

Para Clyo, esas maneras están en la poesía, en Silencio, su obra ganadora del certamen literario en 2017 y que ahora publica como su segundo libro (el primero fue Anamnesis, editorial Cuadrivio, 2016).

Ambientado en la sierra de Oaxaca,  la autora evoca la región de su niñez (que conoció por el trabajo docente de su madre), Silencio se sumerge en un pueblo que ensancha la mano de obra del narcotráfico, el que parece ocurrir en la oscuridad de la noche, en el silencio que se ha vuelto “tan normal” porque “suaviza las cosas”, como si no estuviera pasando nada.

Como aquella mujer,  cuyo cuerpo está desaparecido y  que no se sabe si se encontrará, la historia contada en la prosa de Clyo estuvo extraviada por un tiempo. Ahora, y tras varios años de rescatarla, de pensar más su escritura, llega a manera de un libro que a decir de su autora dista mucho del primero.

“Si me preguntas ahora, ese libro (Anamnesis) ya no me gusta tanto. Siento como si lo hubiera escrito otra persona, es de algo que pensaba, que surgió en un momento muy determinado de mi vida, con ciertas inquietudes que había ido acumulando. Y quizá Silencio es un libro que traté de hacer un poco más pensado, más leído. Hay muchas versiones, me pelee un poco más con el texto, con el libro. Supongo que uno también se va volviendo más exigente con uno mismo”.

Silencio, ahonda, muy probablemente se aleja de la formalidad de la poesía, de lo que dicta el género. Pero a cambio de ello ofrece una postura estética. “No quiero hablar totalmente del horror, sino que a pesar de éste, hay algo más que a veces no se entiende muy bien, pero está generando un efecto sobre el mundo y que ocurre en los lugares en los que uno menos imagina”.

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