Rocío Flores

Esta mañana despierto y entre mis primeras lecturas encuentro una sumamente sensible de una compañera periodista: Desaparecer, un texto muy personal en el que habla sobre un dolor muy hondo, sino es que el más hondo, el que deja la ausencia de un hijo o una hija.

Inmediatamente en mi cuerpo comienzo a sentir una espiral que en unos segundos me coloca en el tiempo para escribir algo sobre esa incertidumbre, de cómo algunas madres han insistido en la búsqueda de sus hijos, enfrentado el desinterés de los organismos de justicia. Con sus propios recursos y con su fuerza han aprendido con el tiempo cómo lidiar con la ausencia de un ser querido, al que no se cansan de seguir buscando.

Como Bruno Alonso Avendaño, un joven que desapareció el 10 de mayo de 2018 en el Istmo de Tehuantepec Oaxaca. Después de dos años, la conclusión de su familia con respecto a las tareas de las autoridades es la misma desde que comenzaron las investigaciones: la Fiscalía del estado de Oaxaca es ineficiente.

Desde marzo de 2019 la Comisionada Nacional de Búsqueda, Carla Quintana, admitió que el estado de Oaxaca está en falta porque no tiene una Comisión Local de Búsqueda de Personas Desaparecidas, aunque la ley lo estipula.

Mientras se crea este organismo en la entidad para determinar, ejecutar y dar seguimiento a las acciones de búsqueda de personas desaparecidas y no localizadas en todo el territorio oaxaqueño, muchas mujeres como Felipa Martínez, la madre de Bruno, viven lo que han llamado la orfandad de justicia. “No les importamos”, dicen madres y familiares que con el tiempo se han convertido en rastreadoras de indicios que le lleven a encontrar a sus hijos o hijas.

“Vasconcelos Méndez (el fiscal de Oaxaca) se la pasa haciendo precampaña política. Esas no sus funciones. De repente está inaugurando un torneo de futbol o presentando un libro. No se que aspiraciones tiene, pero es evidente que no está haciendo lo que la ley le indica”

Lukas Avendaño, artista y hermano de Bruno.

El primero de junio de 2018, el hermano de Bruno, Lukas Avendaño, puso una queja por dilación en las acciones de la Fiscalía de Oaxaca en la Visitaduría Regional de los Derechos Humanos del Pueblo de Oaxaca y en la Comisión Nacional de Derechos Humanos, hasta ahora no hay nada.

Por eso cuando hablan de orfandad, hablan también de ineficacia y un desmantelamiento en las instituciones de justicia y en las diferentes instancias del Estado.

Siempre me he preguntado cómo pueden vivir miles de madres esa desatención de las autoridades, el vacío,  la ausencia, cómo puede seguir con ese dolor por las desapariciones de sus hijas o hijos. Una vez una mujer en su desesperación se hincó frente al expresidente de México Enrique Peña Nieto, esta imagen contada por una víctima quedó registrada en mi memoria.

Una tarde hablé con Lukas sobre su madre, la búsqueda de su hermano y como viven su falta. Respondió que lo único que no pueden perder es la dignidad. Es lo que las sostiene y  la comunidad, el lugar donde van aprendiendo junto con otras familias a lidiar la ausencia y  ese dolor que no tiene nombre.

“Nosotros no vamos a hacer eso ante nadie (hincarse) porque es su obligación, ante una violación a nuestras garantías individuales o derechos humanos debemos evidenciar que la obligación del Estado es salvaguardarlas, sino no tiene sentido su existencia”.

Oficialmente en México se reportó en 2017 30 mil personas desaparecidas, pero las cifras varían según organizaciones civiles y de derechos humanos, puedes ser más de 50 mil personas desaparecidas. Todas ellas tienen un nombre, una cara, una madre que les espera, familia, una historia.

En México el 10 de mayo celebraron a las madres, pero muchas de ellas, como otros días, salieron a buscar  a sus hijos. “Buscamos a cualquiera que desaparezca, los buscamos en lotes baldíos y en los lugares inimaginables, dijo una mañana María Isabel otra madre oaxaqueña, quien de esa experiencia ha aprendido hasta a olfatear la  muerte en la tierra.

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