Rocío Flores

OAXACA, Oax. De 9 de la mañana a 6 de la tarde, Margarita se pierde en el tiempo, absorta en un mundo de pinceles, brochas, barniz, colores, animales fantásticos y hojas de oro que utiliza para dar brillo a piezas de arte. Ella se encarga de ponerle el toque brillante a la joyería diseñada por el artista Francisco Toledo.

De lunes a sábado, Margarita García Matadamas se concentra en dar ese detalle vistoso y distinguido a las piezas inspiradas en la zoología  del artista, a las cuales  les aplica hoja de oro de 24 kilates. Aunque el trabajo parece sencillo a simple vista, sugiere concentración y control del ritmo respiratorio, casi como un ejercicio de meditación, pues la lámina de oro es muy delgada y con la sola respiración puede volar y esfumarse por todo el Taller de Producción.

“Por aquí pasan todos los trabajos de diseño que crea el maestro Toledo”, dice el diseñador Hazam Jara, mientras recorre con un grupo de reporteras y reporteros  cada rincón de ese espacio del Centro de las Artes San Agustín. Ahí se materializan algunas de las ideas creativas del pintor, grabador y escultor de origen istmeño.

Ahí mismo, al fondo del lado lateral, Margarita trabaja sin perder concentración en las piezas de cuero de cabra cortadas en láser. Su mirada se pierde en un mundo que solo ella conoce.

Sentada con la espalda  ligeramente inclinada hacia adelante, la mujer de 31 años muestra la disciplina que entrega en esa tarea que aprendió de quien es considerado como uno de los artistas vivos más creativos e importantes de México.

“Me gusta mucho, se me va bien rápido el tiempo, me concentro y se me olvidan todas las cosas…” responde cuando se le pregunta en qué piensa mientras pone la goma laca limón, o polvo de oro a los aretes, collares  o brazaletes artesanales, con la piel  trabajada previamente por una familia artesana de Ocotlán.

 

Margarita en el taller de Producción del CaSa

 

Confiesa que no tiene especialidad en Diseño, incluso dice  que al principio como que le daba miedo usar las computadoras. “He ido aprendiendo poco a poco. Veía como combinaba los colores, luego él me explicó cómo era la técnica. Comencé a limpiar el cuero, era lo que había, luego a pintar y  después fui viendo cómo se hacía todo”,  relata, sin dejar ni un solo momento el trabajo de la joyería que hacía de manera habitual el artista y desde hace aproximadamente cinco años realiza ella.

[quote] “Me gusta  anotar todo lo que me dice el Maestro. Todavía llega a hacerme observaciones, dice que hay que ondularlas, me da algunos detalles, siempre revisa todo lo que hacemos, a veces solo llega a platicar lo que está pensando hacer, siempre tienen nuevas ideas”, apunta.  [/quote]

Luego cuenta que cuando hay pedidos grandes ocupa todo el día laboral (con una hora de comida) para su tarea, en la que además, requiere de una fina precisión para evitar que se hagan grumos sobre las piezas.

Aunque no es su única labor, Margarita también ayuda a trazar de manera digital, hace lámparas, o apoya en otras iniciativas en el Taller de Producción. Dice que no ha terminado de aprender. “Hay muchas cosas todavía, diario se aprende algo nuevo aquí”, comenta quien  se ha dedicado a hacer brillar los aretes, collares o brazaletes  de alacranes, cangrejos, insectos, o criaturas híbridas, parte humana y parte animal, producto de lo que algunos críticos han llamado la creatividad incontenible de Francisco Benjamín López Toledo (1940).

La joyería de autor se vende en el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca, Librería Grañen Porrúa, el CaSa y en las  tiendas de algunos museos de la capital del país.

Los precios oscilan entre mil 800, 2 mil 500  o 3 mil pesos.

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