Oaxacking, el instagramer de origen

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 No soy un fuddy, ni critico culinario. No vivo de mis fotos, vivo de mis tours. Las marcas van a desaparecer. Yo seguiré aquí en Oaxaca comiendo una tlayuda o un taco, es lo que soy y lo que pueden ver en mi galería”

Omar Alonso, instagramer, amante del mezcal y la comida

Omar Alonso reapareció un día en Oaxaca (su estado natal) con dos maletas y sin saber exactamente qué iba a hacer de su vida. No tenía amigos, ni trabajo y no conocía casi a nadie. Sus padres pensaron que nunca iba a regresar.

Diez años antes, en 1998, había pagado mil 500 dólares por un coyotepara cruzar la frontera de México y Estados Unidos. En su primer intento, después de un largo trayecto en la oscuridad, fracasó, la migra lo detuvo y volvió a Tijuana por cuatro días, en los que cuentadesayunó, comió y cenó sopas Maruchan.

Luego lo intentó de nuevo. Lo llevaron en la cajuela de un auto y lo dejaron en un hotel de San Diego con 20 personas más, dos días después arribó a los Ángeles, California, ciudad a donde realmente tenía que llegar.

Después de una década en Estados Unidos con una rutina laboral (con solo un día de descanso cada dos semanas) que le permitía ganarse el dinero para vivir allá y mandar algo a sus papás, Omar Alonso decidió regresar. Actualmente vive en la ciudad de Oaxaca y se ha convertido en uno de los instagramers más seguidos por sus publicaciones sobre gastronomía, mezcal y turismo. Su cuenta @oaxacking tiene más de 43,4k seguidores.

Oaxacking nos cuenta en una charla cómo fue que se decidió a regresar, qué le hace quedar en Oaxaca y cómo definió ser instagramer.

No me arrepiento de haber vivido en Estados Unidos, pero creo que no lo volvería hacer. Nunca me di cuenta que pasaron tantos años. Decidí regresar en 2008 durante una borrachera de cumpleaños. Les dije a mis amigos que tenía ganas de volver a México, al otro día encontré un boleto de avión en mi correo (que no tenía que usar, si no quería) y lo usé.

Creo que lo que me hizo regresar y quedarme aquí, es esa sensibilidad que siempre tuve por lo que hay en Oaxaca, pero tal vez nunca pude expresar. Desde los 17 años me gustaba hacer tequio o ir a dar pláticas de primeros auxilios a las colonias o comunidades cercanas a la ciudad. Siempre estuve pendiente de hacer comunidad, como le dicen ahora.

Además de lo comunitario, Omar parece haber establecido un vínculo fuerte con este estado desde su infancia. En sus recuerdos y anécdotas deja ver un tono de cierta nostalgia y devoción cuando habla de aquellos años 80, en los que visitaba a sus abuelos en San Pedro Cafetitlán, donde solía cortar hojas de algún platanar para una receta de huevos en el comal, que hacía su abuela.

“La abuela nos decía ¡vayan a cortar hojas para hacer el desayuno! y nosotros corríamos (sus hermanas, primos y él) por unas hojotas, ella las cortaba nuevamente en pedazos y ahí ponía dos huevos con un poquito de tortilla, los revolvía y los dejaba cocinar. Ese cachito de tortilla en los huevos revueltos ¡era lo más delicioso del mundo! ¡todos querían comer ese pedacito!

San Pedro Cafetitlán es un pueblo donde la gente vive de cosechar café, plátano, guanabana y aguacate. Aunque está ubicado en la Costa, cerca del mar, no hace calor, es frío. A las cinco de la mañana la neblina cae al piso y por las noches se pueden ver las luciérnagas iluminando el lugar. Omar volvía cada año durante sus vacaciones a este pueblo donde habían nacido sus padres.

Recuerda que en ese tiempo el viaje era larguísimo. Eran épocas de camiones guajoloteros, ese transporte de segunda clase que todavía va a muchos pueblitos de Oaxaca donde no hay caminos de asfalto y para llegar hay que recorrer horas y horas en un camino de pura terracería.  

¡Una infancia muy chingona!

«Tenía que esperar el guajolotero en la carretera y luego viajar casi 15 horas. Los trayectos eran increíblemente largos, llegábamos a Miahuatlán y había unas doñitas vendiendo tacos de guisado, las opciones eran tortillas con arroz o ponerle queso fresco, huevos duros o carne frita.”, dice el instagramer durante la charla, en la que también nos contó cómo llegó al lugar que hoy ocupa en esa red social, para mostrar lo que le gusta hacer, los lugares que suele visitar y todo lo que hay para comer y beber en este estado.

Llegar, comer esos tacos, de ahí dormirte y vomitar en el camino, ¡era toda una aventura! Ya en San Pedro, al principio era difícil porque no había televisión, pero todo era juego, caminar por las veredas, ayudar a los abuelos y comer. Tuvimos una infancia muy chingona. Juegos, comida y pleitos”. 

Quizá esas peripecias que el instagramer recuerda de la niñez es lo que le ha definido hasta cierto punto, su gusto por la promoción turística enfocada básicamentea la comida y el mezcal y colocada en esa plataforma digital para el mundo.

Aunque él piensa que los mexicanos tienen de por sí una cercanía con la comida, cuando nombra los tamales, el champurrado, las tlayudas, o incluso, el agua de tortilla con azúcar que solía tomar cuando era niño, sugiere ese lazo entre el pasado y el presente que ha logrado conjuntar, consciente o inconscientemente, en su trabajo.

“Es deliciosa… es agua hervida con canela, azúcar y tortilla adentro, suena feo, pero sabe increíble”, cuenta.

El oaxaqueño dice que tal vez como mexicanos es algo común hablar de nuestra relación con la comida, pero fuera del país, con personas de otras partes del mundo, te das cuenta de que no es así. Para otras familias reunirse para una comida, puede ser una salida a un restaurante. En Oaxaca no es así.

Es tan diversa y basta la selección de ingredientes que al instagramer no le cuesta nombrarlos. En unos cuantos minutos habla de los frijoles y palo de chile, de los panes, del queso fresco, de las guías y los quelites, del chile tusta y del aguacate de manteca, de los sazones y de la disponibilidad que se tiene para obtener todas las especies.

Parece que Omar tenía algo claro, volvió a Oaxaca para dedicarse a cosas que están más relacionadas con sus raíces y a ese periodo de su vida cuando bajaba por las veredas en la Costa “echando desmadre” como él dice.

Influencers & instagramer

De vuelta a Oaxaca consiguió un trabajo en un hotel, más tarde tuvo la oportunidad de trabajar como guía. Los dueños heredaron el negocio a sus hijos y una de ellas quiso hacer algo diferente. Comenzó a traer infuencers a Oaxaca que tuvieran un impacto en el turismo.

“Me contrató como guía, aunque era como un council, cuidaba que no se emborracharan, que llegaran a tiempo, etcétera, era como su nana”.

Su cuenta de Instagram comenzó a subir  debido a que los famosos bloggueros e instagramers lo etiquetaban en sus fotos.

“Un día una bloggera me pidió que le ayudara con unas fotos yo tenía una cámara que me regaló mi jefa, pero tomaba fotos súper palomerasal otro día la publicó y al siguiente tenía cuatro mil seguidores más en mi cuenta que se llamaba oaxaqueando. Me sugirieron cambiar el nombre, cuando lo hice fue un hit. Así empecé, poco a poco, un tour al mes, se fue dando orgánicamente, igual como fueron cambiando las redes sociales», resume.

Omar Alonso aclara que no es blogguero porque no escribe historias, fotógrafo tampoco y menos guía de turistas porque no sabe de sitios arqueológicos, pero su gusto por andar en los caminos de Oaxaca le llevó a definirse como promotor turístico en una plataforma que evoluciona rápidamente.

El fin es el principio

Lo que hago es un tipo de turismo para quienes quieren ir a sembrar unas plantitas o darse una limpia con una doñita en Teotitlán. Sí, acepto invitaciones de restaurantes, pero no soy un publicista exactamente, cada quien es bueno en su propia rama. Tengo claro que este boom puede terminar, igual que el boom del mezcal, en donde todo mundo quiere tener una marca. Cuando eso se acabe, como dice Lalo (uno de sus amigos) y muchos productores, la gente va a seguir haciendo lo mismo que han hecho a lo largo de décadas: plantar maíz, maguey, etcétera. Cuando todo termine, todo va a volver al origen.

 

Publicado originalmente en Revista Vicio

Escribe sobre Pueblos originarios, Mujeres, Cultura, Migración y Medio Ambiente.