Rocío Flores/Foto:JLP

OAXACA, Oax. Dos o tres mariposas negras aparecieron el jueves por la mañana en algunas salas del IAGO, uno de los espacios más emblemáticos para el arte en Oaxaca, creado por el artista Francisco Toledo. Después supimos que vinieron a anunciar su muerte.

Entre los zapotecas, igual que entre muchas culturas indígenas del estado y mesoamericanas, la mariposa negra estaba relacionada con el Mictlán, el lugar de los muertos. Su visita a un lugar, es el anuncio de un viaje eterno, como el que ha iniciado el artista.

Ta Min, como le llamaban en Juchitán, murió el jueves por la noche y el viernes fue despedido en su casa, el Instituto de Artes de Gráficas de Oaxaca (IAGO) en donde varias generaciones de pintores, escritores y grabadores se formaron bajo su tutela.

Ahí llegaron todos a despedirse de él de manera simbólica, su cuerpo ya había sido incinerado por la mañana, pero el espíritu activista y las causas que defendía parecían estar ahí haciendo eco en las memorias.

Afuera, la música de una banda de jóvenes de San Agustín Etla, acompañaba las anécdotas de quienes habían coincidido en algún tiempo en la vida del pintor.

Pintor, mago, sabio, brujo, chamán, creador en el arte y la cultura de México. Así es como lo han recordado varios de sus pupilos y amigos en su despedida.

Adentro, su esposa Trine Ellistgaard y sus hijas e hijos, Natalia, Laureana, Geronimo el Dr Lakra, Sara y Benjamín agradecían a todos las muestras de cariño hacia el inigualable artista, acompañados por amigos cercanos, entre ellos el empresario Alfredo Harp Helú y su esposa Isabel Grañen Porrúa.

En el patio del IAGO, donde colocaron una fotografía y coronas de flores, esta vez no trinaron los pájaros entre las ramas de las bugambilias como otras tardes, el silencio de las aves acompañó el duelo, luego se escuchó el himno solemne del Dios nunca muere, después unos minutos de aplausos para despedir al pintor, al hombre mono, al defensor del legado cultural y natural, al promotor de las lenguas indígenas de Oaxaca.

Horas antes en el teatro Macedonio Alcalá, funcionarios del gobierno estatal y federal le ofrecieron un breve homenaje, a quien nunca pareció necesitarlo, Toledo solía huir de cualquier acto protocolario, a menos que fuera para dialogar con los servidores públicos alguna de las problemáticas que encabezaba.

A esa ceremonia acudieron también integrantes de algunas organizaciones y asociaciones civiles, ciudadanos, y ciudadanas, reporteras y reporteros enviados y locales, quienes evidenciaron la inconformidad de una mujer al final del acto. «Vergüenza ajena, vergüenza ajena”, repetía frente al gobernador Alejandro Murat y su esposa.

El viernes Murat decretó tres días de luto y la bandera fue izada a media asta por la muerte del maestro, como le decían regularmente aquí en la ciudad al artista zapoteco.

Se fue Francisco Toledo, su alma viaja a Mictlán, a la ciudad de los muertos, aunque en Oaxaca hay quienes aseguran que un hombre sabio como él siempre regresa, por su obra y sus acciones, en el pensamiento o de algún modo en otra vida.

 

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