Discriminación, burocracia y un negligente y misógino sistema de justicia tras el caso de Escolástica Martínez.

Anel Flores Cruz/

En enero de 2012, mientras la mayoría de las y los oaxaqueños recibíamos los primeros días del año nuevo, Escolástica Martínez Gutiérrez, una mujer que cuidaba a su hijo en el hospital era detenida arbitrariamente por el supuesto delito de violencia intrafamiliar y golpes calificados en contra de su hijo mayor Miguel Ángel García, de ahora 11 años de edad.

Escolástica Martínez de 41 años de edad es originaria de Palomares, Matías Romero, tiene cuatro hijos y una hija. Como la mayoría de las mujeres encarceladas en nuestro país, es indígena y pobre; condiciones sociales que en México vulneran su libertad más allá del encierro físico.

El martirio de Escolástica

A cuarenta minutos de camino en auto, partiendo de Oaxaca, se encuentra el penal de Tanivet, prisión “modelo”, “en la que nuestros gobiernos han invertido millones” y en la que albergan a 232 mujeres reclusas por diversos motivos. Una vez que se recorre el camino y se observa en el trayecto la gama de colores de Tlacolula, se llega a una desviación en la que metros adelante se materializa la exclusión y el abandono social, tras columnas, rejas y un ambiente de sospecha en todo momento. Allí, Escolástica nos narró.

“El domingo 4 de diciembre, como a las ocho de la mañana nos íbamos a meter a bañar. Miguel Ángel estaba buscando jabón mientras yo bañaba a la nena, pero de pronto, llegó el otro de mis niños a decirme que su hermano se estaba durmiendo. ─¡¿Pero cómo va dormir Micky, si ya es tarde? Fui a verlo y le dije: ¡¿Micky, por qué te dormiste?!, ¡levántate! Y no, no se levantó. Ahí empezó mi martirio”.

De acuerdo a Escolástica, ante la desesperación, ella decidió llevar a su hijo cargando, y con la ayuda de una persona, llegaron a la clínica número 1 del IMSS, en donde le dijeron que no podían hacerle nada porque “venía mal”, no obstante, le ofrecieron una ambulancia que más tarde lo llevó al Hospital General Dr. Aurelio Valdivieso. Escolástica recibió la noticia (sin comprender en su totalidad), que su hijo estaba muy grave, “el médico me dijo ‛tu hijo ya lo perdiste, ya no se puede hacer nada′”.

“Días después llegaron unos agentes de investigación, me detuvieron porque decían que yo había golpeado a mi hijo, me llevaron a un cuartito muy pequeño, me robaron 1,000 pesos que me habían dado los vecinos para apoyarme, una tarjeta y juegos de lapiceros (por si mi hijo se levantaba para que escribiera). Y aquí sigo, el dinero nunca lo recuperé, hice una queja con Derechos Humanos, pero nunca procedió.”

A casi tres años de cautiverio (sin dictamen)

Escolástica fue arrestada por el presunto delito de violencia intrafamiliar y lesiones calificadas. Las “razones” de su detención fueron, por una parte, que los médicos que atendían al niño la señalaron como responsable de un golpe que tenía el menor en la cabeza y que como consecuencia le había provocado una lesión traumática en el cerebro, aunado a otros golpes en el cuerpo que, de acuerdo a este diagnóstico, configuraba el Síndrome del niño maltratado.

La segunda “razón”, por la que se le dictó auto de formal prisión a Escolástica, sin que hasta la fecha tenga resolución jurídica por un juez, y tampoco una averiguación con suficiente sustento jurídico, fue que, según la Procuraduría de la Defensa del Menor, la Mujer y la Familia, en la averiguación previa, un grupo de niños, compañeros de Miguel Ángel en la escuela Patria Libre, comentaron que una niña de la misma escuela había visto por una ventana a Escolástica azotar a Miguel Ángel en la pared.

A casi tres años de cautiverio, el caso de Escolástica ha dado elementos con muchas irregularidades que evidencian no solo una cultura burocrática lastimosa y una encarnada misoginia por parte de quienes en teoría debían servir al estado, sino también una serie de expresiones discriminatorias que devastaron al menos seis vidas, la de Escolástica y la de sus cinco hijos.

¿Un caso de bullyng no atendido?

Semanas antes de que Miguel Ángel cayera en estado de coma, como señala Escolástica, el menor había sido golpeado por compañeros de su escuela: “vieron que lo arrastraron y golpearon. Cada día que iba a la escuela le sacaban su dinero (…) supuestamente me había dicho el maestro que al niño que lo molestaba lo iban a expulsar y nunca lo hicieron, ellos se lavan las manos y me culpan a mí”.

Este hecho, de acuerdo a Misael Antonio Silva, uno de los abogados que estudia el caso, pone en entredicho la actuación y la falta de sensibilidad de la Procuraduría, en primer lugar porque las acusaciones tienen que tener una denuncia formal y testigos, y en este caso no existe. En segundo lugar, cuando Escolástica compareció, sin saber de leyes, dijo que sabía que le habían pegado a su hijo y la Procuraduría no actúo en consecuencia, pues ellos, que sí saben de derecho y de leyes, no le propusieron una querella, por lo tanto cometieron una omisión.

Aunado a esto, existen contradicciones en los dichos de los menores de edad, en el director de la escuela y en la niña que supuestamente vio a Escolástica golpear a Miguel Ángel, pues ella declara no haber visto nada y en el momento de hacer una descripción de Escolástica la describe totalmente diferente. Entre otras anomalías, en la averiguación no se señala el hecho de que la casa de Escolástica no tiene ventanas que den a la calle.

Un hecho que tampoco fue averiguado es que Miguel Ángel tenía cuatro meses de haber regresado con su mamá, pues durante aproximadamente cinco años permaneció en la Ciudad de los Niños, un orfanato que además de recibir niños huérfanos, también resguarda a menores indígenas que no pueden ser mantenidos por sus familias ─y en donde también trabajó por un tiempo como costurera Escolástica cuando llegó a la capital─. Este dato resulta interesante cuando en entrevista ella señala que Miguel Ángel tuvo repercusiones en su conducta tras permanecer en este albergue: “ahí lo lastimaban, tenía una cortadura grande y cicatrices, decía que porque no obedeció le dieron con la escoba (…); le decían ′que se vayan al diablo tu mamá porque por ella estas aquí′”. Pero, ¿quién se atrevería a cuestionar esta institución?

En cuanto a la conclusión médica que apunta que Miguel Ángel padecía el Síndrome del niño maltratado, el doctor Jorge Ayala Villareal, neurólogo y neurocirujano que también estudia el caso, expresa que, dada las características y lugares en donde el menor tiene los golpes, no es posible que Escolástica haya provocado el estado de su hijo, además de que ella no es agresiva y no tiene problemas graves de conducta ni de personalidad. Entre otras cosas, el doctor apunta que los otros hijos de Escolástica no tienen ningún problema de salud ni señas de maltrato: “Escolástica lo quiere mucho y estuvo pendiente de él, pero los médicos por prejuicio dijeron que el peligro era la mamá”.

¿Por qué a nadie le interesó la vida de Escolástica?

Detrás del caso existen muchas anomalías, rumores, abusos y preguntas que tendrían que responder las personas involucradas. Por ejemplo, se menciona que los menores que golpearon a Miguel Ángel son hijos de “Las pájaras”, lideresas de la Central de Abastos. También se menciona que días después de que el caso fue mediatizado (en diciembre de 2011), Luis Ugartechea, presidente municipal de Oaxaca de Juárez en ese entonces, visitó la colonia donde vivía Escolástica y sus hijos y en ese momento un grupo de niños se acercó para decirle que se habían enterado de que su compañero estaba hospitalizado y que creían que era porque su mamá lo golpeaba; gracias a este hecho, Ugartechea le habló al procurador y le dijo que atendiera el asunto, lo cual podría explicar el hecho de que el proceso fue más rápido de lo que generalmente tarda un caso, pues en menos de 15 días armaron la averiguación, cuando generalmente el proceso dura tres meses. También se dice que existe la posibilidad de que ante el miedo de que el niño falleciera y pudiera señalarse una negligencia médica por no atenderlo pronto, los médicos concluyeron que el niño fue golpeado fuertemente por su madre.

Al parecer todos saben lo que sucedió, todos se sacudieron las manos, todos señalaron, todos se deslindaron. A nadie le importó la vida de Escolástica y sus 5 hijos. Los profesores, los médicos, la ministerio público, la procuradora que después de enterarse del caso no pidió que se averiguaran las arbitrariedades, los agentes que le robaron mil pesos a Escolástica cuando la detuvieron; los abogados de oficio que no se esmeraron en continuar con el caso; los medios de comunicación que se dedicaron a linchar mediáticamente sin corroborar los hechos… Escolástica se convierte ahora en un botón de prueba que expone los múltiples nexos entre la condición de género, la pobreza y el racismo, parece ser que la vida de escolástica no tuvo valor en ningún espacio.

Mientras tanto Miguel Ángel sigue en coma en el DIF sin ninguna posibilidad de que se recupere; sus hermanos padeciendo la ausencia de su madre con una tía que no cuenta con recursos suficientes para poder alimentarlos, y Escolástica con estragos de un encierro injusto, esperando que el juez dicte su sentencia. Para ella “la libertad se consigue con dinero”.

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