Rocío Flores/Foto:JLP

OAXACA, Oax. Imposible quedarnos en la depresión apuntó el sacerdote Alejandro Solalinde Guerra al abrir la primera sesión pública de la Comisión de la Verdad en Oaxaca que busca recabar testimonios de las víctimas de los hechos de represión y violaciones a los derechos humanos ocurridos entre 2006 y 2007.

Pero no fue la depresión la que caracterizó este hecho inédito, sui generis, dijo la periodista Carmen Aristegui, quien junto con Javier Hernández, representante de la Oficina del Alto Comisionado de la Organización de Naciones Unidas en México (ONU) atestiguo los relatos de algunas víctimas de las violaciones a derechos humanos ocurridos en Oaxaca durante este periodo.

Al menos 400 personas más fueron testigos, integrantes de organizaciones civiles, ex presos políticos, familiares de víctimas, alguna parte de la sociedad civil y reporteras y reporteros, que en su momento también fueron testigos, incluso víctimas de un gobierno represor bajo el mandato  de Ulises Ruiz Ortiz, el entonces gobernador.

Puntualmente llegaron  todas y todos a la sesión,  sentados, recostados, atentos desde las butacas del teatro Alcalá – que cobijó la voz, el dolor, incluso el llanto ahogado de víctimas y asistentes-, se escucharon sólo algunas de las 500 historias de violaciones a los derechos humanos que esta Comisión ha documentado, 500 delitos por los cuales hasta la fecha, después de nueve años, sólo hay un detenido.

Era  un hibrido  de ceremonia oficial, un acto de duelo pero también de rebeldía, de enojo, de consuelo,  un acto de catarsis en un espacio no acostumbrado, no era un mitin, no era sepelio, no era un denuncia judicial, era un escenario  que alzando el telón mostró la cicatriz de Oaxaca, de una sociedad  con gobiernos empeñados en maquillarla, encubrirla , aunque para algunas personas siga siendo una herida que se abre cuando se activa la memoria, cuando se escucha la voz de quienes vivieron en ese 2006.

Memoria,  justicia, esperanza

La música de una banda de infantes y jóvenes enmarco esta ceremonia solemne, unas flores en el escenario y un público expectante.

Luego vinieron a la memoria los recuerdos, relatos de dolor y de impotencia y de ahí los deseos de justicia y la esperanza también de que lo sucedido no se repita.

“No vengo victimizarme sino a esperar que se haga justicia”,  dijo el primer testimonio”.

Fui testigo de cómo le sembraron armas a mis compañeros, les pegaron, nos pegaron,  desnudaron, y nos  masacraron con machetes, recordó.

Luego la voz de un comerciante de gelatinas que vendía en el zócalo se escuchó en  el teatro a través de un video que se proyectó:

“Me dedicaba al humilde oficio que me enseñó mi madre cuando fui herido por un balazo en un pie, primero pensé que los maestros habían tirado algo pero no, vi salir sangre de mi pie por una herida de bala de los federales, dos maestros me proporcionaron ayuda pero no pude recibir atención, el Hospital Civil  no recibía civiles, sólo militares”, recordó.

Al entonces secretario de salud en Oaxaca Martín Vázquez Villanueva nunca se le han fincado responsabilidades por lo que a este hecho se refiere, por el contrario al parecer quedó protegido por el gobernador Ulises Ruiz Ortiz.

Vázquez Villanueva, lejos de ser cuestionado denunciado, enjuiciado y sancionado por sus actos,  posteriormente fue diputado local, coordinador de la bancada priista y actualmente diputado federal, goza de impunidad.

“ Desde las 4:20 partimos al zócalo  llevábamos la consigna de desalojar  sin agredir, nosotros no llevábamos armas pero fue ahí donde comenzó el enfrentamiento;  al principio yo comencé a ayudar a las maestras, a las mujeres,  buscábamos una  salida para escapar del gas… vi como los maestros comenzaron a golpear a mis compañeros, luego también a mí me tocó, me golpearon, me amarraron, me insultaban, no dejaban de golpearme, me amenazaron con quemarme, dos reporteros me ayudaron y me quitaron de las manos de los maestros y también recibieron golpes, pidieron ayuda a las ambulancias, estaba a punto de morir”, relata  a través de un video la imagen borrosa de una mujer agredida presuntamente por maestros.

En el teatro había silencio, casi nadie cruzaba miradas, incluso evitaban hablar, de entre silencio salían consignas, del fondo de las butacas, de entre los palcos, rompían el solemne  y largo ejercicio de escucha de una sociedad también suigeneris,  que calla o que grita pero no escucha, una sociedad que no olvida  y que sigue en la impunidad y en la injusticia.

27 de octubre del 2006, lugar: casa de gobierno de Santa María  Coyotepec.

Con la voz entrecortada, visiblemente emocionada  inició su testimonio, parada frente a un micrófono señaló: esto no es el 14 de junio pero es una fecha muy significativa y muy delicada.

27 de octubre del 2006, lugar: casa de gobierno de Santa María  Coyotepec. Aproximadamente a las cuatro de la tarde escuchamos por la radio que se había cometido el asesinato de un periodista extranjero en Santa Lucía del Camino, nosotros nos encontrábamos en una protesta justa y bajo Ley, enfrente de la casa de gobierno, en el plantón, como  región de la Costa, compañeros de Putla, Pinotepa y Puerto Escondido, nos encontrábamos por un acuerdo estatal de permanecer ahí hasta que terminara la mesa de negociación. Estábamos sin armas, doy fe,  habíamos convivido con ellos ( los habitantes) «en santa paz», al contrario nos ayudaban como ayudan a muchos en las comunidades, apuntó.

El altoparlante

La mujer parada de pie, con la voz temblorosa, las manos cruzadas ligeramente mirando de frente a la Comisión continúo su narración:

“luego de que inició la represión en Santa Lucía y pasó por San Antonio de la Cal, a las cuatro y media de la tarde de ese día  27 de octubre, puedo todavía recordar el altoparlante que sale del municipio con una voz de mujer  llamando a la población azuzándoles para que fueran a desalojarnos, para que tomaran armas y llegaran hacia nosotros… nosotros sabíamos que debíamos estar tranquilos porque no estábamos haciendo ningún daño y que no teníamos que confrontarnos con la población.

De un restaurante cercano, del lado sur, surgieron hombres vestidos de civil , con machetes y con rifles, de los costados policías, vestidos de azul, tanto estatales como municipales, de otro costado cholos, con camisetas blancas, con palos, macanas, y empiezan a perseguirnos, nos coparon señores comisionados, sabían que nosotros estábamos indefensos. Tratábamos de tranquilizarnos sin embargo el miedo y el terror hizo que corriéramos hacia el lado Norte y hacia los costados,  muchos se fueron a los cerros y tardaron días en bajar, otros más llegaron caminando hasta Zimatlán

Lanzaban sus disparos hacia nosotros, corríamos y todavía puedo recordar como surgían los policías estatales detrás de la barda de la casa de gobierno y  como los compañeros que fueron alcanzados fueron macheteados, desnudados, amarrados m, encadenados, y llevados a la cárcel. Yo fui alcanza por una bala en el glúteo derecho,  desde entonces atengo dificultades para caminar por las lesiones y sufro de hipertensión.

Hubo un compañero  que abrió las puertas a los compañeros y fue alcanzado por gente vestida de civil y le machetearon las manos, desde ese entonces  no puede trabajar, él era hojalatero y tuvo que salir de la población por el hostigamiento que sufrió semanas y meses después.

Hubo gente que les abrió las puertas a los compañeros pero que después los entregó a la Policía. Hubo gente que nos abrió la puerta de buena fe y que después tuvieron que salir del pueblo por hostigamiento también.

“Los campamentos y los autos fueron destrozados con palos , incendiados,  dentro de ellos el mío, pero eso es lo de menos, lo más grave fue el atentado que hubo en contra de todos  y de los  pobladores que intentaron ayudarnos” .

El altoparlante , recordaba la mujer, «el altoparlante que yo recuerdo vivamente gritaba vivas hacia el partido en el poder  y hacia el gobernador e instaba a matarnos a quienes estábamos ahí».

Recordó también que fue participe de la búsqueda de  14  de sus compañeros de candelaria Loxicha, maestros de educación indígena que se encontraban casi enterrados vivos para no ser vistos también. «Doy fe  de que en ese lugar fue asesinado un compañero de educación indígena Emilio y que hasta este momento no se sabe quien lo mató», destacó.

Y ya con el coraje en la voz,  sin quitar la mirada de la comisionada, comisionados y testigos de honor » señaló: Estoy acá para denunciar por todos estos hechos acontecidos, pudiera durar horas contándoles. Doy fe y denunció que el 27 de octubre se cometió crimen de estado y que laceraron los derechos humanos de mucha gente no sólo de maestros».

Estas palabras han ido a otros lugares, hoy he caminado hasta acá sola, sin acompañamiento, he caminado hasta acá  porque hoy no puedo hacer otra cosa más que denunciar, porque desde ese entonces tengo dificultades para caminar pero mi puño estará levantado, mi esperanza estada abierta, porque todavía confió en el ser humano,  hoy pido justicia en nombre de mis compañeros, aquellos no están aquí, pero saben que mi voz es la de ellos.

Así, fueron tomando la palabra  algunas víctimas ante una Comisión de la Verdad que , en palabras de Aristegui “ no ha surgido de la nada, no está hecha para nada” dejándoles en público el reto no sólo de documentar sino  hacer que un día pueda decirse lo que ocurrió, lo que aquí sucede , lo que sucedió y lo que va a suceder” .

Y dejándole a los demás, quien fuera que vivió el 2006, la oportunidad de mirar aquella cicatriz que les dejó este acontecimiento de represión y violaciones a los derechos humanos . Y la posibilidad de exigir, “para que esto signifique un paso hacia la justicia,  la impunidad no cabe más la desmemoria es inaceptable  el pueblo de Oaxaca  tiene un expediente abierto “, apuntó la periodista durante su intervención al final de la ceremonia.

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