Rocío Flores

OAXACA, Oax. Julio César Mondragón es el estudiante de Ayotzinapa que apareció muerto un 27 de septiembre hace exactamente 28 meses, tras la masacre de la noche de Iguala que dejó seis muertos y 43 estudiantes desaparecidos en 2014.

A Julio César lo hallaron sin el rostro, desollado. En la primera autopsia el perito Francisco de la Torre, de Iguala, hizo constar que la herida en el cuello fue producida por fauna del lugar pero no documentó una serie de golpes que tenía en el cuerpo y en la cara.

Por todo esto, peritos del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) revisaron unas fotografías que tenía la familia antes de enterrarlo y recomendaron una segunda autopsia.

Fue un proceso largo, el cuerpo estuvo en una bolsa, en una cámara de refrigeración por mucho tiempo y al final el 4 de noviembre de 2015 se realizó una exhumación para que los peritos del equipo argentino de antropología forense realizaran una segunda autopsia  con lo que pudieran documentar Tortura.

La reinhumación de Julio César, es decir el entierro del cuerpo, fue hasta el 12 de febrero del 2016, 17 meses después del asesinato.

[quote]»Mondragón fue golpeado brutalmente con saña y crueldad”[/quote]

Diana del Ángel está sentada en un apartamento-estudio mientras recupera parte de las crónicas que logró documentar, mientras trabajaba como voluntaria en un colectivo de defensa de Derechos Humanos que acompaña a la familia de Julio César en su proceso jurídico y en su exigencia de justicia.

“Mondragón fue golpeado brutalmente con saña y crueldad”, eso concluyeron los peritos después de un largo y doloroso proceso para la familia y principalmente para Marissa, la viuda de Julio César, apunta Diana que ahora vive temporalmente en Oaxaca becada por la editorial Almadía con el objetivo de escribir esa historia sobre la noche de Iguala.

Su labor principal ha sido tener un registro escrito de varios momentos del proceso que tienen que ver con las diligencias jurídicas en Iguala, donde estaba radicado el caso pero sobre todo con el proceso de exhumación de la segunda autopsia y  de re inhumación de Julio César Mondragón que ha sido dentro de todo, algo fundamental para poder documentar el caso del estudiante como tortura.

A pesar de que el caso de los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa es muy emblemático dentro de los hechos lamentables del país, la gente quizá no ubica quien es Julio César al lado de los 43 jóvenes desaparecidos, señala Diana.

Julio César Mondragón era estudiante de Ayotzinapa, tenía 22 años, era del Estado de México, tenía una nena de tan solo 2 meses y estaba casado con Marissa, su viuda ahora con 26 años.

Con la nueva autopsia los peritos del Equipo Argentino de Antropología Forense, la PGR y PGJ de Guerrero determinaron que Julio César tenía 64 fracturas en todo el cuerpo, de las 12 costillas que tenemos tenía 10 fracturadas, muchos de sus órganos estaba colapsados y la causa de muerte fue un golpe en el cráneo.

 De acuerdo a la versión de los peritos, tuvieron que utilizar mucha fuerza para matarlo pues el hueso del cráneo es uno de los más fuertes que tenemos.

A partir de este trabajo se consiguió que el caso fuera de orden federal y no como un simple investigación por homicidio.

Las leyes en México

Diana del Ángel ha escrito entre ocho y 10 crónicas sobre el caso, aunque su formación es en Letras ha tenido que habituarse al lenguaje jurídico para describir el caso de Julio César, porque una de las cosas que ha aprendido es que el lenguaje de las leyes y el Sistema de Justicia en México está muy lejano al ciudadano común.

En sus relatos da cuenta que el cuerpo de Julio tenía el rostro vendado cuando lo sacaron del ataúd y estuvo en la Coordinación de Servicios Periciales del Distrito Federal, donde lo sometieron a varias pruebas que implicaban manipulación de su cuerpo.

“La familia estaba al tanto de los detalles porque habían conseguido tener una sala arriba de donde hacían la autopsia, los peritos argentinos subían constantemente a pedir autorización para procedimientos, como limpiar los huesos, que en antropología forense se refiere a quitarle todo el tejido blando que pudieran tener, o para desprender el hueso de la cabeza del resto del cuerpo”.

“Todas las decisiones las tenía que tomar la familia, Marissa sobre todo. Es muy difícil, a pesar de que está consciente de que ya no está vivo, en ese momento la idea de que en ese cuerpo estaba la persona que tú quisiste, revivía en ella. Eran momentos muy críticos, por fortuna tenía acompañantes que ayudaban”.

Nadie espera que haya justicia

Para Diana muchas de las acciones de las funcionarias y funcionarios implicados en el proceso de la familia de Julio César tienden a hacer realidad esta frase: nadie espera que haya justicia, nadie espera que haya algún cambio.

[quote]“Ver a Marissa y escuchar que las mismas autoridades le digan que mejor ya no haga nada porque de todas maneras no va a conseguir justicia, que mejor desista, es lamentable, triste”.[/quote]

La primera en decir este tipo de cosas es la secretaria de Acuerdo, una de las encargadas de llevar el expediente y pasárselo al juez. Según la experiencia de Diana, esto se explica dentro de un sistema de justicia en el que hay negligencia hasta en las labores más cotidianas.

[quote]“Desde que hacen un documento específico te das cuenta que solo copian y pegan de otro documento, se copian los errores de otro documento que no tiene nada que ver con el caso”.[/quote]

La cruda realidad  toma sentido para la escritora cuando percibe que todo ocurrió ahí en un juzgado, en el que no tienen ni archiveros para los expedientes, hay sola una fotocopiadora para todo el juzgado, trabajan con computadoras de bulbos que además están mal. Hay un trabajador que tiene una computadora con una mancha en el monitor y durante todo ese tiempo nunca fue cambiada.

“Hubo un momento en que ocurrió un huracán y se llevó el techo porque era de lámina. Fue un fin de semana, el lunes cuando llegaron las empleadas y empleados se dieron cuenta, que estaba todo mojado, incluyendo los expedientes”.

Un contexto en el que se conjunta la precariedad y la falta de voluntad de los funcionarios de todos los niveles, es parte de la inercia que se vive en el sistema de justicia mexicano y en particular en Iguala.

[quote]“No tienen ventiladores, tienen unos agujeros donde entra el aire pero también entran las golondrinas que cagan en los expedientes, con todo eso entiendes porque las cosas ocurren así, porque los expedientes están mal integrados y porque el sistema de justicia sigue reforzando esa idea arraigada de que de que no vas a lograr nada o que a la gente (funcionarios) no les interesa que haya justicia, verdad o una búsqueda de reparación de parte de los familiares”.[/quote]

Después de un tiempo, un año después de documentar, Diana observa que la determinación de Marissa de continuar con el proceso habla de su fortaleza y a pesar de todo, de su deseo de justicia y de que algo aunque sea en lo mínimo, cambie en el país.

La escritora trabaja ahora en Oaxaca, tiene la necesidad de una gran crónica donde podrá narrar todo este dolor pero también la manera en la que se fue encontrando poco a poco para hacerle frente a esta tragedia, como una manera de resistir.

Diana del Ángel

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Reside desde el 2 de enero en Oaxaca para concluir la obra que resultó ganadora de  Procesos en la noche, una convocatoria de residencia de Fondo Ventura y editorial Almadía que tiene el interés de dar a las escritoras o escritores, condiciones para que reserven tiempo completo a la producción de su obra. Esta primera convocatoria fue lanzada a nivel internacional y recibió 129 trabajos de 121 escritores de diferentes países de América latina y Europa.

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