Rocío Flores

Hace 15 años, cuando comenzó su resistencia a la minería, Esmeralda Saldaña era una niña de nueve años de edad. Su padre trabajaba en una mina a cielo abierto en  San José Cloete, Coahuila, cuando se le vino encima un caído de carbón.

–Estuve presente ahí, él estaba adentro con otros familiares y nosotros afuera viendo el caído sobre su cuerpo, no tenían medidas de seguridad–recuerda la joven, ahora con 23 años de edad.

Esmeralda relata que la minería llegó a Cloete,  en el municipio de Sabinas, en el año 2003, empezó a instalarse fuera de los pueblos, poco a poco fue descendiendo y en 2009 ya estaba más cerca de la población. Dice que en esa región carbonífera la gente no es muy sociable, no es tan unida ni tiene tantas culturas como en Oaxaca, pero de 2009 a 2015, la presencia de supuestos Zetas, los obligó a unirse y a organizarse.

–Vivimos un tiempo con miedo, nos intimidaban, vigilaban la zona con camionetas armadas. No podíamos dormir, ni siquiera salir, porque estábamos amenazados. A las 10 de la noche ya nadie debía estar en la calle, por amenazas de los Zetas. Nos dijeron que  si miraban a una persona fuera, la iban a levantar.  Hubo dos casos, uno de ellos de un familiar que venía de trabajar. Lo golpearon brutalmente, lo arrestó la Policía Municipal y estuvo en Preventiva y de ahí lo desaparecieron. Cinco días después apareció todo lastimado. Algunas personas se fueron de ahí por miedo, pero la gente empezó a alzar la voz y a organizarse cuando quisieron derribar una casa. Necesitaban ver un enfrentamiento para poder hacerlo.

A mi lo que me ha impulsado a defender a mi pueblo es que soy mamá, tengo una niña de cinco años  y no  me gustaría que ella viviera lo que yo viví. Mi niña parcialmente ya se acostumbró a que  debo dar tiempo a viajar, ya lo civilizó, Antes  me reclamaba tiempo, ahora ya no. Cuando hemos tenido las luchas contra los empresarios me la llevo, incluso ella también tiene su playera de la organización. Ahora me pregunta qué estamos haciendo,  y yo le digo que es algo para el bien de las dos.

Esmeralda Saldaña reconoce que a veces tiene temor por su resistencia a las practicas de estas empresas, pero dice que toma valor de su experiencia en esta  problemática.

–Ahorita digo, ¡ya! ¡basta!

Actualmente es defensora de los derechos de trabajadores mineros y representante de la comunidad Cloete en la organización Familia Pasta de Conchos, que desde el 2006  ha mantenido la exigencia de rescatar los restos de los 63 mineros atrapados  por una explosión en la mina del mismo nombre, en esa región carbonífera, ubicada en la frontera con Estados Unidos.

La concesión minera de Cloete  fue cancelada  totalmente en el 2016,  Pero la región sigue  siendo uno de los principales yacimientos de carbón del país, con aproximadamente 100 minas para producción. Las condiciones laborales siguen siendo un reclamo, pues muchas de las empresas operan sin ningún control, de acuerdo con la organización en su informe reciente titulado  Carbón rojo de Coahuila, aquí se acaba el silencio.

En Cloete no hay nada,  dice Esmeralda,  la ligera sonrisa y la mirada que mantuvo durante la entrevista, se pierden por unos segundos, vuelve a mirarme y habla de su pueblo.

–No tenemos ni siquiera un parque para que los niños salgan a jugar, estamos rodeados de pozos, de montañas de tierra que nos impiden el paso para el otro pueblo. Para los jóvenes no hay Universidad, solo hay una escuela primaria y tres de educación preescolar, para una población de unos 4 mil habitantes. Las  actividades económicas son mínimas, solo hay fábricas, la mayoría de los hombres son obreros que ganan lo indispensable para vivir.

La coahuilense destaca que quienes se dedican a las tareas de la industria minera en la región carbonífera ganan aproximadamente mil 500 mil a la semana por ocho horas de trabajo  en una mina que esté asegurada,  y en una empresa ilegal ganan más, pero sin ninguna seguridad. Entran pero no saben si van a salir.

–El Estado concesiona y se olvida de todo. Repite el mismo esquema: dañan el medio ambiente, a las comunidades, dañan a los pueblos, matan a los trabajadores por negligentes y no pasa nada.– agrega Cristina Auerbach Benavides.

Ella es directora de la Organización Familia Pasta de Conchos, vino con Esmeralda a Oaxaca para participar en el segundo encuentro  contra la minería que se desarrolla este viernes y sábado en Magdalena Teitipac, en Tlacolula, ambas advierten que este mismo esquema se va repitiendo en todos los estados, incluyendo Oaxaca.

–Nuestra experiencia es es una advertencia para los estados del Sur donde están entrando con tanta fuerza las mineras sin ningún control, en esto que ustedes están empezando a vivir nosotros llevamos más de 150 años,  les va a poner en alerta de lo que sucede cuando se permite establecer empresas en la impunidad–sentencia Auerbach Benavides.

 

 

 

 

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