La delegación de Juchitán muestra su fortaleza y su rebeldía en la fiesta
Rocío Flores/Foto: Jorge Luis Plata
OAXACA, Oax. Suena el tambor, la chirimía, las bandas de música tocan en el auditorio chilenas, fandangos, un jarabe del valle o el místico jarabe mazateco; también se escuchan los sones istmeños como Guendanabani, La llorona, o La Martiniana. Huele a café, a piña, a mezcal y a incienso.
La gente de las ocho regiones de Oaxaca llegó a ese espacio también llamado Rotonda de las Azucenas para mostrar sus costumbres y su música en la octava de la Guelaguetza.
Juchitán llegó de luto y entraron a la pista gritando ¡Juchitán de pie! ¡Juchitán vive! ¡Viva el Istmo! Las mujeres vestían de negro, en memoria de sus muertos, las víctimas del terremoto de septiembre de 2017.
Esta vez la música de las velas y la regada d frutas no acompañó su ingreso. Los zapotecas del Istmo llegaron cantando en su lengua Guendanabani, que en zapoteco significa la Vida.
Guenda nabáani xhianga sicarú ne gasti rú ni ugaanda laa, (cuán hermosa es la vida y nada hay que se le compare), se escucha en el auditorio, mientras las mujeres entran en silencio, como una muestra de respeto a quienes perdieron la vida en esa trágica fecha.
Los istmeños ofrecieron ese son que reza, que llora y que grita, “si no sabes de amor, no sabes lo que es martirio”. También dieron las gracias a México y al mundo por el apoyo y las donaciones recibidas. Luego ofrecieron la sensualidad de su baile con un fandango, un vals o al ritmo del Feo ¡Viva el istmo! gritan los hombres con fuerza.
Juchitán es un pueblo que renace, y el zapoteco morirá el día que muera el sol, dice uno de ellos al micrófono, frente a unas 11 mil personas, que responden con sombrero en mano y alzando los brazos, ante funcionarios atónitos . Ellos muestran su fortaleza, su rebeldía y su fiesta en la octava de la Guelaguetza.