La casa, el cielo y la serpiente de José Ángel Santiago: memoria frente a la modernidad

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Foto: Jorge Luis Plata

La casa, el cielo y la serpiente son elementos simbólicos de la cultura binnizá o zapoteca, a partir de los cuales el ser humano establece su relación con la naturaleza y su entorno. Sobre ellos explora y reflexiona el artista José Ángel Santiago (Juchitán, Oaxaca-1990) en las diversas expresiones artísticas de su obra más reciente, donde convergen los mitos,  símbolos de su cultura de origen y realidades de la modernidad.

En el inicio de su trayectoria, la obra de José Ángel Santiago estaba ligada fuertemente al mundo animal, como si fuese una indagación para entender el mundo que vive y lo que le rodea. Bes­tiario (2016) es un ejemplo de esa búsqueda constante en el autor.

Luego fue fijando la mirada en relatos y elementos simbólicos así como en hechos cotidianos que dieron origen a imágenes y formas aparentemente inconexas, con las que, parece, intenta apartarlos del olvido.

Conversamos con José Ángel Santiago sobre la exploración en esos nuevos intereses que dan nombre a su más reciente exposición: La casa, el cielo y la serpiente 

El artista comparte su visión de la casa, dice que no es solo una propiedad o una edificación construida y destinada a ser habitada. Para José Ángel la idea de la casa es una forma de representar cómo estás relacionado con la tierra.

—La casa puede ser el lugar que habitamos, un pueblo, tu vivienda, un país, el mundo entero o el universo. Es como ver del microcosmos al macrocosmos.

En su relato visual nos invita a establecernos en algún sitio de las culturas originarias del mundo para observar como la casa ha sido y es un elemento muy importante para desarrollarse con el entorno, con la naturaleza misma.

—En Juchitán para los ancianos o la gente mayor la casa es fundamental para entender el contexto en el que se desarrolla su comunidad. Está pensada de distinta manera a la forma moderna o convencional. Es una sola pieza, no hay separaciones porque en la lengua didxhazaa es así, no hay división entre hombre y mujer. La casa es un lugar donde te procrean, naces, creces, te desarrollas, vives la mayoría de tu vida, te casas y mueres. Es igual a un ciclo natural. En zapoteco se le llama Yó Bidó, La Casa Sagrada. Los ancianos explican que las casas se sitúan con respecto a esa estrella en el cielo que llaman Belee crú. Y la mayoría de las casas tiene una puerta frontal y una puerta trasera y lo hacen para que en la puerta frontal se pose el sol y al momento de ponerse el sol pase por la puerta trasera, de forma simbólica es un ciclo que todos los días abres y cierras. Igual pasa con la luna.

El artista destaca que esta visión de la vida, donde la casa es parte de un todo, es también una forma de relación de paz con la naturaleza. Alrededor de la casa se teje todo: la tradición oral, los usos y costumbres y el tequio, actividades que te permitían construir apoyado de todos los demás y en el que se valoraba el recurso común que provenía del campo. 

—¿Cómo comenzaste a incorporar este elemento en tu obra? 

—Sobre la casa en particular comencé a trabajar en el 2018. Después del sismo inicié con una exploración en el significado profundo de la casa y de la pérdida de memoria y de la identidad a partir de una catástrofe. 

Lo que vino a hacer el sismo fue terminar con el paisaje urbano en Juchitán. Lamentablemente, la idea de desarrollo hizo que los mismos habitantes le echarán la culpa a las casas vernáculas o tradicionales del escenario que se vivía, pues aún está muy arraigada la creencia de que debes tener una casa de concreto. En esa fecha, la gente comenzó a regalar los murillos, las tejas , aludiendo que el culpable de eso era la misma casa, cuando en realidad las afectaciones a las casas tradicionales eran menores. Había una gran necesidad de reformular o reinstalar rápidamente sus viviendas, sus refugios  y muchas fundaciones construyeron cubos de cemento y eso afectó de manera contundente el paisaje urbano.

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Memoria frente a la modernidad 

Partiendo de la idea de la casa, José Ángel también coloca su mirada reflexiva sobre la idea de modernidad y el desarrollo. Recuerda que hasta principios del siglo pasado, la mayoría de las casas eran de bajareque, madera, paja, y en algunos casos de tejas. Pero después del triunfo de la Revolución había que aspirar a la modernidad o al desarrollo, a casas mucho más industrializadas, porque eso era la modernidad. Y así comenzó a propagarse la idea de una rama de la arquitectura entre los años 30 y 40 que hacía a un lado la vida en comunidad. 

—Pasa lo mismo con las lenguas, cuando construyen una nueva nación. En vez de aspirar a un conjunto de casi 70 formas de ver el mundo, se optó por una sola visión. Construyeron un Estado único, una lengua única. —apunta el artista. 

Para José Ángel la pérdida de ese paisaje urbano, va unido a la pérdida de las lenguas y con ello de la identidad. 

— En esta misma  idea de modernidad, en la que se da también la apropiación de culturas,como lo hemos visto en la vestimenta, me preocupa que se vaya perdiendo la identidad y al final de los papeles se reviertan y que seas tú quien no se mire y sientas la necesidad de huir de tu pueblo y buscar en otro lugar. Es un miedo a que en algún punto se pierda y que las nuevas generaciones pierdan estas posibilidades de vida.

Por ello su pensamiento apunta hacia una idea de armonizar. Considera que quizá es complejo desligarnos de la modernidad a menos que nos volvamos unos ermitaños o se cree un sistema de autogestión y esto, dice, está más en las posibilidades de la utopía.

—Va más o menos por ahí— indica.  

En la parte discursiva es evidente una investigación previa y un interés por establecer una relación entre la estructura, la forma y el sentido que tienen las cosas en la cosmovisión zapoteca. Pero es a través del dibujo a lápiz, la pintura, el fresco o la cerámica, donde proyecta su mirada que devela una reflexión profunda sobre el mundo al que pertenece, y una relación muy íntima, de mucho respeto y amor por su padre, quien de alguna manera aparece en su obra, como memoria, forma, color.

La sabiduría de los pueblos 

La otra parte de su trabajo, que tiene que ver con el cielo y las estrellas, está muy ligada a la manera como los pueblos originarios establecen la relación de sus actividades con el cielo: la cosecha, la siembra, el corte de madera, etc.  José Ángel recupera en su arte la sabiduría de los pueblos, no solo de los zapotecas, también de los ikoots, mixes y otros que habitan el Istmo de Tehuantepec, de donde es originario.

— Mi padre dice que todo está relacionado con todo— comenta.

Entre lo mítico y lo real

—La idea de la serpiente  viene a tratar de conjugar toda la parte animal que hay en mi trabajo. La casa como la tierra  o como lo que el inframundo era para los zapotecas. El cielo como todo lo que tiene que ver con la parte cósmica y cosmogónica de la identidad o físicamente, con la parte científica del universo, con el conocimiento. Y por último la serpiente que podría representar todo lo natural que está sobre la tierra y la relación de lo humano con los animales que siempre ha estado muy ligada a la vida. O bueno, al menos desde Juchitán siempre hemos estado ligado a eso. 

Entre los relatos de mi padre está presente. Él cuenta que la primera noche después de que un bebé nace, trazan un círculo sobre la tierra que representa el movimiento de las serpientes. Yo no he podido verlo porque dice que en su momento me tocará. Pero esos círculos están muy presentes en toda mi obra. 

Aunque la serpiente  también está asociada con la cristianización, en el sentido del pecado original, en la mayoría de las culturas  originarias está más vinculada a lo religioso. Sin embargo evito hacerla desde el glifo, desde esa simbología prehispánica, trato de construir lo propio, aunque es más difícil. 

En realidad, lo que hago es ir construyendo mi trabajo con base en lo que ya está en la cultura de los binnizá (zapotecas), en la forma de vida de las comunidades de la que soy parte. Un poco lo que hago es expresar mi forma de ver el mundo. Pero no para imponer. Lo que propongo es un intercambio de conocimiento, que la gente pueda preguntarse, por qué poner (en la muestra) casas que flotan, o casas de las que sale una serpiente, o por qué del lomo de un lagarto brotan carrizos y finalmente por qué romper la barrera del exotismo en la imagen.

La casa, el cielo y la serpiente se exhibe en la Casa de la Cultura Oaxaqueña ubicada en González Ortega No. 403 y como parte de la misma obra El cielo y la serpiente en la galería Quetzalli, en la calle Constitución 104, ambas en la capital del estado.

José Ángel Santiago (Juchitán, Oaxaca, 1990)

Ha expuesto en el Museo de Arte Carrillo Gil,  el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca y en diversos museos y ciudades mexicanas, así como en otros países como Inglaterra, Marruecos, Estados Unidos, Vietnam, Indonesia o Tailandia. 

En 2017 residió en la Villa de Arts de Rabat, Marruecos, donde curiosamente, dice, aprendió sobre el color, pues su obra anterior era monocromática.

Su trabajo puede apreciarse en distintos formatos y técnicas, el dibujo, el óleo y el fresco, la creta y la sanguina. Recientemente obtuvo el Premio de Nueva Pintura Mexicana en Reino Unido.

Escribe sobre Pueblos originarios, Mujeres, Cultura, Migración y Medio Ambiente.