Spielberg: medio siglo en el cine

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Steven Spielberg en Italia, junto a la publicidad de su primera película para cine/Foto: Agencias.

Steven Spielberg tenía 21 años de edad cuando filmó en 1968 su primer cortometraje, Amblin’ (Vagabundeando), agridulce relato de amor y decepción. Sus 25 minutos de imágenes carecen de diálogos, mas no de música sentimental. Sucede en desoladas carreteras estadounidenses hasta que sus dos protagonistas alcanzan una playa donde su relación naufraga. Estudiante de cine, Spielberg rodó con soltura, logrando secuencias llamativas. Al año siguiente ganó con Amblin el premio a Mejor Cortometraje en el Festival de Atlanta.

El cineasta nacido en 1946 consiguió así llamar la atención de Sid Sheimberg, ejecutivo de la productora Universal, quien lo contrató en 1969 para asistir y luego dirigir episodios de series televisivas como Galería Nocturna, Marcus Welby, El nombre del juego y Columbo.

Si bien había ingresado al cine profesional, Spielberg intentó en vano realizar alguno de sus propios guiones durante 1970. No logró financiamiento. Lo llamaban, en cambio, a dirigir historias ajenas y a escribir guiones para otros directores de la televisora ABC. En 1971, el joven consiguió que le asignaran la dirección de Duelo, una historia de Richard Matheson, escritor conocido por sus argumentos para la serie “Dimensión Desconocida”. (Ahora Matheson es recordado por sus novelas fantásticas El hombre menguante y Soy leyenda.)

A Spielberg el guion de Matheson le sirvió para una intrigante película televisiva de 74 minutos, mezcla de road movie con western, en la que los antagonistas contienden con automotores en vez de pistolas. Spielberg solicitó como protagonista a Dennis Weaver, con quien trabajó en algún episodio del serial «McCloud» y al que admiraba por su interpretación de un trastornado gerente de motel en la película de Orson Welles Sombras del mal.

El cuento que Matheson amplió como guion es sencillo, contundente. Un agente viajero, David Mann, sale en su Plymouth Valiant a cumplir un trato. En el camino su flamante auto rojo alcanza a un tráiler desvencijado, cuyo conductor primero entorpece la ruta del viajante. A partir de que logra rebasar al camionero, el automovilista sufre una implacable persecución. El conductor del Valiant intenta primero quedarse rezagado, después descubre que el otro chofer lo asecha a cada tramo del camino para aniquilarlo. Por último, el automovilista tiene que huir del perseguidor, hasta que la película alcanza su culminación en el fondo de un barranco, donde uno de los duelistas se precipita con todo y vehículo.

De acuerdo con las reglas de la productora, Spielberg tenía diez días para rodar, más otros diez para editar el producto televisivo a fin de presentarlo en el programa “La Película de la Semana” por el canal ABC. El joven director no había hecho antes un largometraje en locaciones. Su productor George Eckstein dudaba que cumpliese el plazo reglamentario para noviembre de 1971. De entrada, le impuso que William Goldenberg, el compositor de la banda sonora, escribiese los temas musicales durante la filmación. Spielberg, para motivar al músico, lo hizo participar en el rodaje como acompañante del trailero, el invisible Carey Loftin.

Rodó el director sobre una ruta desértica que atraviesa las comunidades de Canyon CountryAgua Dulce y Acton, en California, además de filmar secuencias en la autopista Sierra, en la carretera del cañón Soledad y en la autopista del bosque de Los Ángeles. Intentó cumplir el rodaje en diez días, pero se demoró tres más. Estaba preocupado porque debía estrenar Duelo en “La Película de la Semana” de mediados de noviembre. Consiguió completarla a tiempo.

La historia de miedo y suspense que Spielberg entregó a los estudios Universal tuvo éxito en televisión. Se exhibió muy poco en cines estadounidenses, sin embargo. En cambio, al estrenarse en salas de Inglaterra, recibió tal atención que Universal decidió convertirla en un largometraje de 90 minutos, e hizo que Spielberg rodase escenas adicionales para la nueva versión.

Duelo recibió el Emmy de 1972 por Logros Notables en Películas de Largometraje para Programas de Entretenimiento, y por Edición de Sonido; el Globo de Oro por Mejor Película para TV de 1972; luego, el Gran Premio del Festival de Cine Fantástico de Avoriaz en 1973. Obra de culto, se considera a Duelo una de las mejores películas hechas para televisión. A Spielberg le aseguró el interés de Universal para financiarle tres películas más, la última de las cuales fue su primer gran éxito: Tiburón, estrenada en 1975.

En Duelo, Spielberg estableció muchas características de sus futuras películas: un empleo eficaz de la música mezclada con efectos sonoros memorables, como el extraño rugido del tráiler (que después retomó para el imposible rugido del escualo asesino en Tiburón). Decidió con acierto nunca presentar al trailero, a quien los espectadores sólo pueden vislumbrar cuando saca un brazo por la ventanilla de su cabina, o cuando fugazmente su antagonista percibe que calza botas de piel de lagarto. Así, el villano de la historia se funde con su ominoso transporte.

Los imaginativos ángulos de cámara, la eficaz dosificación de escenas de persecución con breves intervalos de suspense psicológico, la sucesión de escenas de aparente monotonía interrumpidas por súbitos sucesos catastróficos, consiguen que el espectador siga la historia en tensión creciente, hasta el desenlace que implica tanto un triunfo como una enorme pérdida. Esto acontece también en las historias de Spielberg que van de Tiburón a La lista de Schindler y en muchas otras películas del ahora millonario hombre de cine.

Richard Matheson escribió Duelo después de ser hostigado en una carretera por un camionero, cuando él y un amigo iban en su automóvil a jugar golf. Spielberg cuenta que — como seguidor de “Dimensión Desconocida”— le interesaba la obra de Matheson. Puesto que trabajaba con la compañía productora del programa, conocía el trabajo del escritor en esa serie por algunos de sus mejores episodios. Pero fue su secretaria, Nona Tyson, quien le reveló la existencia de Duelo, publicado como cuento en la revista Playboy. Tyson comprendía muy bien los intereses de su joven jefe: al enterarse de que el cuento era ya un argumento para cine, la secretaria instó a Spielberg a buscar al productor George Eckstein para que le asignara el telefilme.

Cuando Eckstein le entregó el guion de Duelo, el director quedó cautivado: “Aunque esperaba una narración bien escrita y atractiva –contó Spielberg más tarde–, nada me preparó para la exaltada, implacable fuerza que hallé. Para mí, el aspecto más atemorizante de la historia, y un artificio empleado de manera escalofriante en el guion, era el hecho de que el maniático trailero no podía ser visto en todo el relato… Igualmente perturbadora era la aparente elección casual del coche de Mann entre todos los de la carretera, noción escalofriante inclusive en la sociedad de hoy, llena de ira en las autopistas”.

”Lo que me llevó a buscar que me contrataran para dirigir Duelo fue que me habían hostigado, igual que a todo mi pequeño círculo de amigos. Sabía cómo se siente. Y aunque traté con mucho empeño de antropomorfizar el camión, como la extensión de una clase de maligna fuerza hostigadora, sin importar demasiado quien lo condujera, representó algo que me hizo sentir que conocía el asunto”.[1]

Duelo fue realizada en el mismo año que otro producto basado en automóviles inundaba salas de cine: The Love Bug (Cupido Motorizado) la comedia romántica de la fábrica Disney que se repitió en la década de 1990 como Herbie. A diferencia de aquel previsible entretenimiento, Duelo sentaría bases para otras dos famosas películas sobre automóviles fatídicos: The Car (El auto), que dirigió en 1977 Elliot Silverstein, historia menor pero muy solicitada por el público. Y Christine, notable película de horror adaptada de una novela de Stephen King por el consistente John Carpenter en 1983.

50 años después de su filmación, Duelo aún deja entrever un problema fundamental de la sociedad estadounidense: su gratuita tendencia autodestructiva derivada de la intolerancia hacia el otro, hacia quienes reclaman su derecho de ocupar y transitar ya sea una carretera o un territorio, los cuales ciertos individuos acaparan sin razón ni derecho. Cabe decir —como Jorge Luis Borges sobre el desoladamente bello libro de Ray Bradbury Crónicas marcianas— que Spielberg, en esta obra fílmica “de apariencia fantasmagórica, ha puesto sus largos domingos vacíos, su tedio americano, su soledad, como los puso Sinclair Lewis en Main Street”.


[1] La entrevista original aparece en el artículo “Big Break”, disponible en el portal electrónico https://www.rogerebert.com/features/book-excerpt-steven-spielberg-and-duel-the-making-of-a-film-career

Escritor, promotor de arte y cronista aficionado de absurdos sociales.