El ‘Oaxaca de marca’: la ‘maestra’, el fantasma del 2006 y la música disco

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Foto: Nidia Rojas.

Jorge González 

“¡Viva la maestra Elba Esther Gordillo!”, grita una mujer desde adentro del taller galería La Máquina ante un airado contingente de maestros y manifestantes que se opone a que la boda de la ex lidereza sindical se realice en territorio oaxaqueño.

En fracción de segundos, la manifestación que avanza sobre la calle 5 de Mayo, a la altura del jardín El Pañuelito, en plena zona céntrica y turística de la ciudad de Oaxaca, se arroja contra la inesperada simpatizante de la ex dirigente del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE). 

“¡Muerte a Elba Esther!, ¡pinches burgueses de mierda, vamos a quemar sus restaurantes y galerías!, ¡esto también es Oaxaca, putos!”, contestan los manifestantes, mientras un grupo grafitea las paredes exteriores de la galería y otro ingresa al edificio.

Adentro, la misteriosa mujer que provocó al contingente huye hacia el segundo piso del restaurante La Rueca, junto con un grupo de hombres y mujeres vestidos elegantemente.

La tensión aumenta cuando un guardia de seguridad cierra la puerta principal de La Máquina del lado de 5 de Mayo y, al mismo tiempo, en la segunda entrada del lado de El Pañuelito, un encapuchado ingresa con una lata de aerosol rociando pintura al aire y amenazando: «¡órenle, pinches gueros, les vamos a cerrar su centro de diversión por apoyar a asesinas!». 

Rememorando, uno de los motivos por los cuales comenzó esta histórica enemistad entre la CNTE y Gordillo fue y es el denominado charrismo sindical dentro de la organización magisterial del SNTE:  a la ex dirigente se le calificó como una traidora y asesina de la base trabajadora, se le acusó directamente de hacerse millonaria a partir de las cuotas sindicales percibidas durante más de 30 años, de la corrupción y el servilismo al Estado mexicano, así como de ser autora intelectual del crimen de Misael Núñez Acosta, líder magisterial asesinado en 1981, y de la muerte de más de 150 profesores opositores durante la segunda mitad del siglo XX. 

Luego de tirar algunas macetas, marcar con pintas y espantar a un grupo de elegantes comensales, en su mayoría extranjeros y nacionales, los encapuchados, los profesores de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) y los manifestantes en general continúan su trayecto hacia el edificio de la Sección 22, donde concluyen su jornada de protesta. Son cerca de las nueve de la noche. 

Dos horas antes de lo sucedido en La Máquina, las puertas de metal del Centro Cultural Santo Domingo de Oaxaca fueron penetradas por la fuerza de los inconformes. 

En el reconocido sitio, emblema de la gentrificación cultural que padece Oaxaca actualmente, se preparaba la recepción para los invitados especiales de Gordillo, según información filtrada que llegó a las bases sindicales de la Sección 22. 

Se armó la protesta, el protocolo de recepción fue alterado, la tranquilidad y las risas de los invitados se vieron interrumpidas por una marcha conformada por diferentes sectores delegacionales del sindicato oaxaqueño y un bloque negro decidido a entrar sin invitación al magno evento. Al final, tanto guardias como invitados se resguardaron en el edificio adjunto al Jardín Etnobotánico.

El Centro Cultural se vio invadido no por la  gente adinerada y trajeada con sus Giorgio Armani de más de cien mil pesos y sus vestidos etnofashion bordados por manos indígenas, como suele mirarse cada sábado durante la «calenda tradicional» que incluye el paquete nupcial oaxaqueño, sino por quienes han vivido la explotación, la violencia y la burla de la clase política que sigue gozando de privilegios a pesar de sus crímenes.

La aparente imagen apacible y feliz que se intenta publicitar y vender a nivel nacional e internacional con las “bodas tradicionales o indígenas” –“zapotecas”–, fue rota por el fantasma del 2006.

Afuera del recinto, atónitos, turistas nacionales y extanjeros no entendían lo que sucedía, extrañados por los gritos y las sillas voladoras preguntaban qué pasaba: «hacemos historia», respondía una profesora mientras al interior del inmueble la avanzada del grupo destrozaba sillas y pintaba paredes.  

Al fondo, un cuadro gigante de la Virgen María era testigo del festín visual. 

En las calles, en alguna pared una pinta resaltaba: «el fantasma del 2006 aún recorre Oaxaca».

Después, en el exclusivo espacio que incluye al Jardín Etnobotánico como fondo decorativo, la “maestra” mostraba su colmillo charrista: los destrozos desaparecían, la elegancia y el lujo se rearmaban para que más tarde ella y quien fuera su abogado, Luis Antonio Lagunas, bailaran  en la pista “My first, my last, my everything” –de Barry White– como si fueran el mozalbete Tony Manero (John Travolta) y la madura  Stephanie Mangano (Karen Lynn Gorney) en Fiebre de sábado por la noche.

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