Desapariciones, reencuentros y desencuentros

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Jorge Pech C

El triste desenlace del caso de la joven Debanhi en Nuevo León ha llamado la atención pública al importante tema de cómo proteger a nuestras hijas y nuestros hijos cuando salen de casa, ya sea por motivos de recreación, de trabajo o inclusive porque son inducidos a abandonar el hogar familiar.

El 8 de abril de este año Debanhi acudió a una fiesta en una propiedad privada. Abandonó dicha fiesta en un automóvil de alquiler, cuyo conductor reportó después que la muchacha se bajó del vehículo hacia las 4:24 de la madrugada en una carretera desolada. El chofer le tomó una foto que ahora simboliza la vulnerabilidad de las mujeres en México. Después de una intensa búsqueda reclamada por los familiares y atendida por la comunidad mundial en redes sociales, el cuerpo sin vida de Debanhi fue rescatado por autoridades el 21 de abril. Los medios de comunicación indican que el cuerpo presentaba huellas de golpes. Nadie logra explicar cómo pudo acabar así la estudiante de 18 años de edad.

Las circunstancias en que Debanhi quedó expuesta a un ataque letal siguen siendo confusas, pese a los múltiples testimonios al respecto. Las amigas que la acompañaban en la fiesta pero que partieron sin ella, aseguran que la encomendaron a un “transporte seguro”. El padre de la joven, sin embargo, ha revelado que el conductor del vehículo, quien tomó la última foto de Debanhi en vida, fue quien la indujo a abandonar el vehículo por someterla a manoseos indecorosos. Con las investigaciones se ha descubierto que diversas cámaras ubicadas a lo largo de la carretera Monterrey-Laredo registraron el paso de Debanhi hasta una empresa de transportes y un motel cercanos. En este último punto rescataron su cuerpo sumergido en una cisterna.

Las versiones contradictorias se multiplican porque medios de comunicación han dado a conocer evidencias en video sin permiso de las autoridades, editando a conveniencia para reforzar la teoría de que Debanhi murió por caer accidentalmente a la cisterna. Otros comunicadores señalan que el hecho de que Debanhi aparezca corriendo dentro del motel en uno de los videos indica que sufrió una persecución.

La respuesta a cómo murió la joven neoleonesa está por ser revelada. La necropsia y otros estudios deben ser practicados para esclarecer no sólo la causa de fallecimiento, sino las circunstancias reales que condujeron al lamentable fin. Mientras tanto, una familia clama por justicia y la sociedad se debate en cuanto a la forma de evitar casos como el de Debanhi.

Cada vez resulta más claro que responsabilizar a los progenitores de lo que le sucedió a Debanhi es una actitud errónea. Tampoco es correcto culpar a la joven por su trágico destino. Como han señalado varias feministas, lo que debe recuperarse es la condición colectiva en que las mujeres de cualquier edad pueden salir a trabajar, a recrearse, a realizar cualquier actividad sin tener que preocuparse porque alguien pueda agredirlas por el simple hecho de salir a la calle. La solución a este problema no depende de cuidados extremos y vigilancia permanente, sino de restaurar una vida libre de violencia con la responsabilidad comunitaria y la protección de las autoridades. 

Como señala el filósofo Carlos Oliva Mendoza en un post publicado el 26 de abril en su sitio de Facebook: “El feminicidio de Debanhi Escobar, y la posibilidad de estar frente a otro escenario serial y espacial de violencia contra las mujeres, ahora en Nuevo León, nos muestra que mientras haya impunidad frente a la historia reciente del feminicidio en México, habrá impunidad en el presente y en el futuro. El acontecimiento de la justicia sobre lo sucedido y lo presente es crucial para restituir un mínimo pacto de confianza con la entidad que hasta ahora regula nuestra vida diaria: el Estado nacional”.

Ese Estado nacional ha descuidado al extremo la garantía de una vida libre de violencia para las mujeres y para toda la sociedad desde que ocurrieron los nunca esclarecidos feminicidios masivos de Ciudad Juárez, pasando por la simulada Guerra contra el Narco, la agresión militarizada contra comunidades disidentes en Oaxaca, el Estado de México y otras entidades, así como contra movimientos obreros, sindicales y feministas (sin olvidar la desaparición forzada de los 43 de Ayotzinapa).

John Donne escribió en el siglo XVII: “La muerte de cada persona me disminuye, porque soy parte de la humanidad. Por eso, no preguntes por quién doblan las campanas. Doblan por ti”. No hay que preguntar quién era responsable de la desamparada Debanhi en la carretera desolada donde la esperaba la muerte. Todos somos responsables por las jóvenes, por las mujeres de México. La muerte de cada mujer en México por causas criminales nos disminuye como sociedad, nos mutila como personas, al sumirnos en el miedo, la incertidumbre, la vulnerabilidad en que durante tantos años obligamos a las mujeres a sobrellevar.

Ahora es el tiempo de que colaboremos y exijamos a las autoridades justicia, para evitar que más jóvenes como Debanhi queden expuestas a un destino fatal en medio de carreteras desoladas. De toda la sociedad depende este reclamo que las autoridades están obligadas a atender.

Escritor, promotor de arte y cronista aficionado de absurdos sociales.