Soledad Velasco devela su proceso creativo

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Hace aproximadamente 35 años, desde mediados de la década de 1980, que el territorio de la ciudad de Oaxaca se transformó con la aparición de diversas galerías y espacios públicos para la exhibición de arte. A partir de 1987, la coincidencia de diversas iniciativas propició que la capital oaxaqueña se convirtiese en un enclave estratégico para la exhibición de obras de arte, principalmente pictóricas y gráficas.

Desde 1974 se había establecido el Taller Estatal de Artes Plásticas “Rufino Tamayo”, con un grupo de artistas que para fines de la década de 1980 había adquirido un importante círculo de coleccionistas y promotores a nivel nacional e internacional, el cual se consolidó con la exposición El hechizo de Oaxaca, llevada en 1991 y 1992 a las ciudades de Monterrey, Nuevo León, y Palo Alto, California.

En 1985, el gobierno municipal construyó en las calles de Macedonio Alcalá el andador turístico que lleva el nombre del músico decimonónico. Un año antes se había establecido sobre esa calle el centro cultural “Ricardo Flores Magón”, del Instituto Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado, con galería pública de arte. Con las mejoras que se hicieron al centro histórico de la capital de Oaxaca, el 8 de diciembre de 1987 la ciudad y la cercana zona arqueológica de Monte Albán fueron declaradas Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO.

A partir de 1988 el artista, promotor cultural y activista social Francisco Toledo se estableció en la capital oaxaqueña para impulsar sus proyectos de espacios públicos de arte y lectura, el primero de los cuales fue el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca. En 1992 a este espacio se sumó el Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca, establecido en la antigua sede del Museo de la Ciudad de Oaxaca por iniciativa de varios pintores, entre ellos Toledo y Rodolfo Morales. En 1998, después de un extenso trabajo de remodelación, se abrieron el Centro Cultural Santo Domingo, el Jardín Etnobotánico y la Biblioteca “Fray Francisco de Burgoa”, integrados al Museo de Historia y Antropología del estado en el antiguo convento de Santo Domingo de Guzmán. Todas estas instituciones se ubican sobre el andador turístico, donde asimismo se hallan la Biblioteca Pública Central “Margarita Maza”, que periódicamente exhibe muestras de artes visuales, y el edificio central de la Universidad Autónoma de Oaxaca, donde algunas muestras de arte han tenido lugar. Cabe señalar que el andador está delimitado, en un extremo, por el ex convento de Santo Domingo, y en el otro, por el edificio central universitario. Todos los edificios de estas instituciones son históricos, construidos entre los siglos XVII y XIX, lo cual ha dado lugar a una ecléctica mixtura de elementos arquitectónicos en dichas edificaciones.

Por esa acumulación de instituciones de arte con sede en edificios históricos, la zona a que nos referimos puede ser vista de manera apresurada “como un escaparate por su andador turístico, donde cada punto significa un monumento; ya sean edificios antiguos, templos y jardines”, según el Diagnóstico para identificar áreas de potencial turístico en el estado de Oaxaca 2019, elaborado por Corporativo 68mil S. A. de C. V. para la Dirección de Comercialización Turística, dependiente de la Subsecretaría de Operación Turística de la Secretaría de Turismo del Estado de Oaxaca. Por cierto, este documento (que aparenta ser un encargo muy costoso del gobierno estatal) no es capaz de detectar al Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca como área con potencial turístico, pues lo identifica así: “El Museo Histórico Urbano de la Ciudad que esta (sic) en el andador turístico, en la casa de Cortés, (sic) y que presenta una exposición permanentes originales (sic) y reproducciones de pintores oaxaqueños”. Quien eso escribió, ignora que la llamada “Casa de Cortés” no está en el andador turístico, sino frente al mercado “Benito Juárez”, y que el Museo de la Ciudad desapareció en 1991.

Hay que señalar que el andador turístico ha sido aprovechado desde 1987 para ubicar, asimismo, galerías de arte privadas, a partir de que La Mano Mágica se estableció en esa vialidad peatonal. Previamente, las galerías Quetzalli, en 1986, y Arte de Oaxaca, en 1987, se habían establecido muy cerca de esa vía. Después, diferentes empresas dedicadas a la comercialización de arte han ocupado edificios y locales a lo largo del andador turístico Macedonio Alcalá con suerte muy variada, pero el éxito de algunas ha motivado que los alrededores del andador se vayan poblando de galerías pertenecientes a particulares, e inclusive la habilitación de un espacio informal para que diversos artistas comercialicen personalmente sus obras en la plazuela Antonia Labastida, denominada “Jardín del Arte” a partir de la década de 1990.

Esa sobreabundancia de sitios para conocer y observar obras pictóricas, gráficas y fotográficas, e inclusive piezas escultóricas artísticas y artesanales, ha dado lugar a un régimen escópico peculiar en la ciudad de Oaxaca. Es una de las pocas ciudades donde la constante exhibición de producciones artísticas ha generado un régimen escópico distintivo.

Cabe aclarar que el concepto de régimen escópico fue propuesto por el teórico cinematográfico Christian Metz en su libro de 1982 El significante imaginario; posteriormente, el concepto fue retomado por Martin Jay en 1988 para el simposium Discusiones sobre la Cultura Contemporánea, que dio lugar a la gran exposición “Visión y Visualidad”, presentada en Nueva York por la Fundación de Arte Dia (nombrada como la diosa romana de la fertilidad Dīa).

Daniel Chao explica que un régimen escópico es el modo de ver de una sociedad, ligado a sus prácticas, valores y otros aspectos culturales, históricos y epistémicos o, en términos de Martin Jay, “la particular mirada que cada época histórica construye consagra un régimen escópico, o sea, un particular comportamiento de la percepción visual”. Por su parte, Antonio Somaini ahonda en que un régimen escópico “sería mucho más que un modo de representación o una manera de comprensión. Ha de ser entendido como el complejo entramado de enunciados, visualidades, hábitos, prácticas, técnicas, deseos, poderes… que tienen lugar en un estrato histórico determinado. Para entender lo que significa un régimen escópico, habría que atender, como ha intuido Mitchell, no sólo a la ‘construcción social de lo visual’, es decir, a lo manera en que lo que vemos, lo que nos queda de una época responde a unos parámetros culturales concretos, sino también y, sobre todo, a la ‘construcción visual de lo social’, al modo en el que se visualizan los propios esquemas y diagramas culturales e históricos”.

De modo que el desarrollo de los museos, galerías de arte privadas y otros espacios públicos para la exhibición de arte han generado en Oaxaca un modo de presentación y una manera de comprender el arte infrecuente en otras ciudades de México. Valga señalar que parte de esa mirada peculiar fue generada por la sostenida presencia de algunas personas que controlaban la museografía en instituciones como el MACO y el IAGO, intervenidas con gran talento por Francisco Toledo, cuyos montajes marcaron pautas para que otros espacios públicos y privados normasen sus procedimientos y maneras para mostrar obras de arte.

¿Cuál es el montaje “tipo” de esas instituciones? De acuerdo con las exigencias que planteaba Francisco Toledo a sus museógrafos y montadores, cada obra tiene que exhibirse con un marco sencillo, y deben dejarse amplios espacios entre pieza y pieza para resaltar cada obra exhibida. El abigarramiento, la saturación y los elementos “perturbadores” son proscritos en este régimen escópico.

Por otra parte, la eclosión de galerías privadas que se dio a partir del año 2000 en Oaxaca y que sólo se ha visto interrumpida por las crisis sociales de 2006 y 2020 (una generada por la revuelta social y la otra por la pandemia de Covid-19), ha introducido en la ciudad variantes y aun maneras discrepantes que le han dado diversidad al régimen escópico vigente en los espacios artísticos de la urbe. Se puede hallar, así, desde la manera dictada por las instituciones museísticas, hasta la generada por galerías cuya idiosincrasia determina montajes que se apartan de la formalidad del MACO, el IAGO y otras instancias.

Inclusive estas mismas instituciones han apelado a rupturas del régimen escópico determinadas por obras que requieren dicha “desviación”. En el MACO, por ejemplo, las exposiciones Los latidos del objeto, del colectivo A La Mexicana conformado por Boris Spider, Miriam Ladrón de Guevara y Lalo Garza, y La forma fiel, de Álvaro Santiago, determinaron en 1999 y en 2000 sendas discrepancias museográficas —muy refrescantes— con respecto a la norma del museo.

Esta ruptura del régimen escópico se extendió en 1999 a una propuesta independiente encabezada por el escultor y pintor Hugo Tovar en la entonces semiderruida casa que ocupaba el número 110 de la calle de Crespo, en el centro histórico de Oaxaca. Ese predio era una residencia abandonada, en litigio entre diversos herederos. La construcción presentaba paredes abatidas, ventanales hechos añicos, puertas salidas de sus marcos: era un esqueleto de cemento donde crecía la maleza, se acumulaba la basura. Pero con esas desventajas, la estructura de la Casa de Crespo, con sus dos plantas que ninguna escalera comunicaba entre sí, y con su estacionamiento subterráneo, permitió a los artistas aplicar en habitaciones y otros espacios muy diversas propuestas conceptuales, que iban del graffitti ingenuo a la instalación inquietante.

En el Museo de los Pintores Oaxaqueños, en 2009, la exposición En riesgo de Fernando Aceves Humana marcó asimismo una saludable ruptura del régimen escópico, con la curaduría de Michael Smythe, basada en el radical oscurecimiento de las salas antes que en su iluminación. El resultado fue sobrecogedor y fascinante.

Desde luego, la proliferación de propuestas curatoriales y museográficas en distintas ciudades de México ha tenido repercusiones en el régimen escópico de los espacios oaxaqueños. Los montajes en galerías privadas y espacios independientes, sobre todo, hacen eco de propuestas que rompen con el régimen “oficial” para exhibir arte, e introducen la sana disidencia curatorial (así como el abigarramiento, la saturación y el franco desafío) en el ámbito urbano.

Una propuesta que abre el prevaleciente régimen escópico de manera llamativa, es la que se despliega en la exposición Y te salieron alas, de Soledad Velasco, presentada de agosto a septiembre por Nodo Estudio Visual. De entrada, es necesario puntualizar que Nodo no es propiamente una galería, sino una instancia de experimentación que, al tiempo que ofrece obras de arte para su adquisición, no es un espacio con prevalencia comercial, sino de convivencia con obras específicas, que sus cuatro fundadores —Mercedes López, Soledad Vásquez, José Canseco y Cruz Vargas— han abierto a la comunidad artística.

En el caso de esta muestra de la pintora Soledad Velasco, nacida en Oaxaca en 1964, la disposición de las obras en el espacio de exhibición busca romper con las convenciones de los sitios oficiales, al tiempo que con las orientaciones que se consideran propicias para la venta, porque las obras en sí mismas no se planearon para ser ofrecidas con preponderante afán mercantil. Según explica la autora, su interés es mostrar el proceso de creación de una obra específica, en torno a la cual despliega el sketch book o cuaderno de apuntes que la condujo a crear la obra principal: el óleo en gran formato titulado precisamente Y te salieron alas. Además, al acordar con los cuatro responsables de Nodo Estudio Visual la presentación de su obra, todos resolvieron “trasladar el taller a la sala de exhibición”, imitando la forma en que la pintora pegaba en las paredes de su estudio sus dibujos preparatorios mientras pintaba su cuadro al óleo.

Si bien el cuadro es el relato de la resiliencia de su autora ante una situación adversa con la que se ha enfrentado durante dos años, y que le ha enseñado las virtudes de la resistencia pacífica pero no pasiva, el objetivo de la exposición no es solamente destacar esta experiencia retratada en una obra compleja y ambiciosa. La artista ha rodeado su cuadro con los apuntes dibujados durante un intenso proceso creativo, con el deseo de mostrar cómo la práctica del dibujo con modelo va moldeando un proyecto para pintar autorretratos que le permite modificar sobre la marcha sus planes para la composición de la pintura.

De acuerdo con el régimen escópico vigente en los espacios oficiales, lo único que tendría que mostrarse es la obra concluida y aislada del contexto de su producción. Pero gracias a que Nodo no es un espacio oficial ni estrictamente comercial, la propuesta de exposición difiere saludablemente de propósitos ortodoxos y mercantiles. Se ha aprovechado el espacio para rodear a la obra de los diferentes estadios y estudios iconográficos que la hicieron posible, de manera que quienes observan el cuadro concluido puedan dialogar con el proceso de su elaboración. Por otra parte, la fuerza de los dibujos seleccionados para esta exhibición permite que cada imagen pueda ser apreciada por la calidad de su trazo, el tema que explora y el ánimo con que fue ejecutada cada pieza. No es frecuente que un creador o una creadora visuales se atrevan a mostrar ese aspecto de su trabajo.

Los artistas que animan Nodo Estudio Visual hicieron un espléndido trabajo para presentar esta muestra en su recinto. Después de deliberar con la pintora el modo de presentar las piezas, determinaron una museografía austera. Prescinden de los previsibles marcos sin sacrificar la estética de la presentación, apelando a la fuerza de cada imagen para que el conjunto irradie, en su concentración, un ritmo visual sostenido, atrayente en su frugal despliegue.

En este montaje de Y te salieron alas, es posible objetar la proliferación de obras en las restricciones que impone el espacio, pero la colocación de las piezas sobre papel en torno a la tela pintada permite un flujo iconográfico que puede equipararse a una melodía. La coloratura de la obra mayor también permite dar orden y concierto a los colores y líneas de los dibujos, planteando un arreglo semejante a la disposición de los elementos sonoros en una obra orquestal. El leit motiv de la obra mayor va dando el tono a cada variación en papel. La sensualidad de las imágenes es importante para el ritmo de forma y color que impone una armonía figurativa diestramente planteada por Soledad Velasco en su manejo iconográfico. Al afrontar el movimiento de las efigies, de los retratos obtenidos bajo las restricciones que dicta cada sesión de modelado, la artista va definiendo en la obra principal un tempo que arregla y distribuye con sabiduría compositiva para establecer un tono predominante al cual se ajustan las variaciones que se desprenden de las piezas que precedieron al momento conclusivo del proceso. El resultado es el concierto de todas las figuras cuya ejecución queda determinada no tanto por la cronología, como por la sagaz disposición de los elementos compositivos, como en una interpretación melódica, que en este caso es una manifestación de resonantes imágenes.

Gracias a los fundadores y animadores de Nodo Estudio Visual, el disfrute de este sugestivo concierto con solo de óleo sobre tela, y acompañamiento de tinta y acuarela sobre papel, concebido y ejecutado por Soledad Velasco, está al alcance de nuestras sensibilidades y nuestra curiosidad hasta el 7 de septiembre de este año. Vale la pena acercarse a esta muestra que desafía el consabido régimen escópico oaxaqueño atendiendo a la propuesta de una pintora expresionista que, después de una larga confrontación con su materia pictórica, nos invita a examinar su oficio creativo y adentrarnos en una obra pletórica de sensualidad, contención colorística y diestra sutileza expresiva.

Escritor, promotor de arte y cronista aficionado de absurdos sociales.

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